martes, 3 de mayo de 2011

2 de mayo. POR ENCIMA DE TODO

Esta noche, mi ciudad ha estallado en fiesta, en luz y alegría… pero este año no he ido a participar del estreno de la feria; en otros tiempos no me lo he perdido por nada del mundo, pero ahora estoy cansado y lo que más me apetece es poder disfrutar de un poquito de tranquilidad.
Esto me hace pensar en cuantas cosas o sentimientos me han empujado a lo largo de la vida; en todo aquello en lo que aposté con fuerza e ilusión; en lo que me pareció fundamental y decisivo para ser feliz y que, actualmente no me dice nada, no me motiva lo más mínimo. Desde la tranquilidad de mi cuarto, recuerdo las lágrimas que derramé siendo adolescente, cuando me castigaban sin ir a la feria; los disgustos que provoqué por una hora más o menos; lo que la echaba de menos cuando vivía fuera… y ahora que la tengo aquí al lado, ahora ¡no tengo ganas!
Imagino que, de alguna forma, nos ocurre a todos, incluso a la Iglesia; con frecuencia nos mueven afanes,  proyectos, dignidades, demostraciones y deseos en los que proyectamos todo lo que somos y que después se quedan en insignificancias olvidadas en el trastero del corazón. No importa que al final las consiguiéramos o no, casi todas pasan a un rincón perdido en la memoria y con ellas las satisfacciones o alegrías pasajeras que nos proporcionaron… puede que, en el peor de los casos, sólo perviva el precio que pagamos por conseguirlo, el remordimiento por el daño causado o el vacío de la desilusión.
Relaciono este sentimiento con la noticia del día; tantos años buscando a Bin Laden y ya lo han matado… ¿y ahora qué? Lo cierto es que no pienso que el mundo esté más tranquilo, si acaso al revés; ahora tenemos miedo de las represalias.
¿Por qué nos empeñaremos en quemar energías en cosas sin sentido que, en lugar de ofrecernos felicidad y plenitud, sólo generan violencias, injusticias, insatisfacción y vacío?
Ahora no me muero por ir a la feria, como en el pasado y seguramente es porque ahora en mi vida hay cosas que me motivan mucho más, que son verdaderamente importantes y eternas: el amor que vivo con mi familia, con la comunidad (¡hoy hemos salido de excursión y lo he pasado de fábula!); el que me da mi Dios en cada persona que se me cruza, en lo secreto del corazón también…

Y esa es la única y verdadera razón por la que merece la pena y la alegría vivir, por las cosas definitivas, las que no se olvidan porque son para siempre. Todo lo demás hay que saborearlo también, por supuesto; disfrutar de cada oportunidad y regalo del día a día, pero sin perder de vista su verdadero valor; sin entregarlo todo a lo que sólo es vanidad; manteniendo en nuestro horizonte sólo aquello que supera todos los límites; que permanece más allá del tiempo, los lugares e incluso la muerte: el amor y su justicia.

4 comentarios:

  1. Muy cierto todo lo que dices, me identifico mucho, yo ahora tampoco me iria de feria, ni saldria un sabado hasta las 6 de la mañana, porque en mi vida hay Alguien mucho mas importante y al que le doy Gracias cada dia por llenar mi vida , por irme a dórmir sabiendo que esta conmigo, ¡gracias por poder despertar y disfrutar de un dia mas con El...........gracias porque durante todo el dia se hace presente en cada persona y en cada acontecimiento.
    No yo tampoco me muero por ir a las fiestas, o por salir los fines de semana.

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  2. ¡MADUREZ,MADUREZ Y MADUREZ!
    Unos maduran tardísimo en la vida; otros, muy jóvenes (he ahí tu caso); otros..., otros ni siquiera intentan madurar.¡Felicidades!

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  3. Pues yo si me iría de fiesta porque es ALEGRIA! No es una disyuntiva entre Dios y fies en la que hay q optar por una y desterrar la otra. Todo cabe si el centro es Dios. Y Maduran los tomates, hombre!

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  4. A mi no me parece que el post diga en ningún momento que exista una disyuntiva entre Dios y las fiestas, dice todo lo contrario!!¿el autor del comentario anterior lo ha leido bien? jiji... creo que la reflexión es mucho mas profunda que eso, trata de las cosas por las que damos la vida sin que lo merezcan ¿no?

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