viernes, 27 de mayo de 2011

27 de mayo. ABRID LAS PUERTAS

Se acerca el momento de concluir una etapa de mi vida en cuanto a la formación académica y, por tanto, también el tiempo de apostar por el siguiente paso. ¡Cada vez que pienso en ello se me hace un nudo en el estómago!
Ya lo vivo con más paz, con mayor confianza en que Dios guía mi camino, pero el que ahora sea capaz de superar el miedo, no supone que éste deje de amenazarme.
Tengo una anécdota muy simpática con una chica que, cuando aún era una niña pequeña, le daba miedo pasar sola por la Iglesia vacía. ¿Por qué te asustas? Le pregunté yo; estás en una Iglesia, aquí no te puede pasar nada malo.
-.“Tengo miedo de que se me aparezca Jesús, la virgen, o algún Santo”, me respondió ella.
-. “Pero, si se te apareciera alguno de ellos, sería una alegría ¿no?”, contesté.
Fue entonces cuando llegó la sorpresa, esas cosas que los niños dicen con toda la ingenuidad del mundo, pero que van cargadas de gran verdad:
-. “Sí, claro, mucha alegría, pero ¡¿tú sabes lo que eso te cambia la vida?!
¡¡Toma ya!! Jajajaja… pues sí es verdad, que te la cambia… me quedé sin palabras, pero bien podía haberle dicho, que tenía razón en tener miedo, jejejeje.
El miedo es uno de los mayores enemigos que podemos encontrarnos,  es algo muy lógico y muy humano  ante lo nuevo, y el Evangelio es siempre la mayor novedad que podemos encontrar, por eso da miedo…
El temor está muy presente hoy en nuestro mundo, los políticos recortan seguridades con esa excusa,  renacen movimientos de rechazo a los distintos, nos gastamos grandes cantidades de dinero buscando seguridad… nos asusta la delincuencia, el terrorismo, el fin del mundo, la precariedad….
También lo vemos muy claramente en la Iglesia, como no podía ser de otra forma, pues está compuesta por personas que viven en esa sociedad y en este mundo…
Todo esto me lleva a recordar que se va aproximando la fiesta de pentecostés, me hace pensar en aquella primera comunidad y en su miedo:  estaba encerrada en una casa, cuando era  más jovencillo me imaginaba este momento como una reclusión física, todos escondidos juntos con las puertas y las ventanas cerradas y haciendo turnos para ver quien se arriesgaba a salir a comprar el pan… pero seguramente, la imagen neo-testamentaria  nos quiere describir de esta forma tan gráfica una realidad mucho más amplia: la situación de una comunidad que, asustada, siente recelo de todo lo exterior, se siente perseguida y  triste  y angustiada, se encierra sobre sí misma,  acaba anquilosada, compadeciéndose y mirándose el ombligo.
Pero esa comunidad asustada descubre en su seno la presencia del Resucitado, sabe reconocerlo en el sufrimiento, en las heridas, por las llagas de la comunidad y de los hermanos y cuando se abren los ojos a esa presencia es cuando se hacen presentes también tres cosas: la verdadera Paz  y la auténtica Alegría en la comunidad y por otro lado la urgencia de la misión encomendada por Jesucristo: enviados como Él a predicar la buena noticia y a ser constructores de la Paz y de la reconciliación. ¡Casi nada!
Algún día le explicare a aquella niña, que aunque ya es una mujercita aún tiene miedo de recorrer el templo en soledad, que es verdad, que Dios nos cambia la vida; que es humano sentir vértigo, pero que SIEMPRE MERECE LA ALEGRÍA.
Que Él cambia nuestra mediocridad en plenitud, que rescata y satisface nuestros anhelos más profundos, que nos transforma en grandes y felices.
Dios, en todo su amor, sabe de nuestra debilidad, sabe que creemos que nuestras vocaciones nos vienen muy grandes, que tenemos miedo y en ese amor infinito nos entrega su espíritu. Sólo con Él podemos cumplir lo que Dios sueña para cada uno de nosotros y para la Iglesia. Ya falta poco para celebrarlo, ¡que nos alcance preparados!

No hay comentarios:

Publicar un comentario