viernes, 7 de diciembre de 2012

6 de diciembre. CON VIVENCIAS


Me encantan las festividades civiles, como la de hoy; son los días en los que el volumen de trabajo desciende y de verdad tengo “fiesta”.

Así que la jornada de hoy ha sido tranquilita, he podido dedicarme a la tesis y, sobre todo, he disfrutado de una salida comunitaria con mis hermanos, los frailes. Supongo que, para quienes nos vean por ahí debemos ser un grupo extraño, jeje… pero a mí me encantan estas escapadillas que nos regalamos de vez en cuando: es como si, por unas horas, dejásemos aparcados los trabajos y las preocupaciones para dedicarnos únicamente a disfrutar de la fraternidad; cuatro personas  compartiendo lo que son, unos con otros.

Si, cuando me estaba formando en la orden me hubiesen dicho que yo iba a estar tan a gusto en esta casa no me lo hubiese creído…en mi romanticismo e inexperiencia de entonces fantaseaba erróneamente con comunidades ideales, compuestas por frailes jóvenes y con planteamientos parecidos a los míos y no me parecía nada apetecible integrarme en una comunidad  con tantas diferencias de edad, personalidad y planteamientos.

Y, sin embargo, aquí estoy y más feliz que una perdiz. Esta claro que la cosa funciona porque, a pesar de todas las diferencias que hay entre nosotros, sí que tenemos en común lo más importante,  lo sabemos y Él es quien nos mantiene unidos.
 
 
 

Precisamente hoy, que en este país hemos celebrado el día de la constitución, estoy pensando que las comunidades cristianas tenemos mucho que ofrecer a la sociedad en la que vivimos. Evidentemente, no podemos imponer a Jesucristo a nadie (¡ni deberíamos quererlo!) pero sí podemos presentar un modelo válido de comunidad. De mostrar con la propia vida que es posible alcanzar la unidad en la diversidad; que se puede realizar si, en lugar de que cada cual se las avíe, no perdemos de vista un destino común.

Aunque no podamos dejar de denunciar las injusticias y violencias, no encentro que sea nada evangélico el recelar de la sociedad o la cultura y mucho menos el posicionarse en contra. Si esperamos con las puertas abiertas al hijo del hombre, no tiene ningún sentido echarle el cerrojo a la humanidad. Creyentes o no creyentes; gentes de cualquier orientación o ideología, tenemos también en común los mismos fundamentos y deseos: la felicidad, el respeto, la dignidad humana, la justicia… puede que pretendamos alcanzarlas por caminos diversos, pero en realidad todos queremos lo mismo.

Adviento es también preparar el camino al ser humano; ahora que todo el mundo protesta y se indigna puede ser la ocasión de presentar alternativas y respuestas; el momento de apartar el individualismo y los intereses egoístas para priorizar ese deseo compartido por todos… la hora de alumbrar una forma diferente de convivir.

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