Hoy (que parece que no se ha acabado el mundo) me ha tocado a
mi predicar en el triduo de preparación a la navidad que estamos celebrando en
la parroquia.
En este segundo día nos hemos
centrado en nuestra forma de mirar al mundo como creyentes y cómo aprender
a hacerlo especialmente ahora, en
Adviento.
Los cristianos no podemos
dejarnos embaucar por los agoreros y profetas de calamidades que no dejan de querer
meternos miedo en el cuerpo.
El miedo es el principal enemigo
de la fe, nos lleva al egoísmo y la
desconfianza; ahoga la esperanza y el
amor y nos quita la libertad. Es muy fácil manipular y utilizar a la gente
cuando está asustada…
Por eso a los poderosos de la
sociedad les interesa atemorizarnos; es la razón por la que en el mundo nunca
parecen faltar amenazas… por eso también la Palabra de Dios nos repite eso de “no
tengáis miedo”.
El mundo es como es, pero todo
depende de cómo queramos verlo nosotros. Es fácil centrarnos en las
dificultades, los problemas, la enfermedad, el desamparo… permitir que esos
aspectos inevitables de la vida ocupen toda nuestra atención mientras que lo
bueno, las bendiciones, la riqueza que Dios siembra constantemente en la Tierra
nos pasan desapercibidas por cotidianas…. Son “la normalidad”.
Al comenzar nuestro espacio de
oración he querido que todos nos hiciéramos conscientes de todo lo bueno que
somos y tenemos; nosotros y nuestro mundo…nuestro hermoso mundo y nuestra
sociedad.
Desde aquí, también os invito a
hacer lo mismo; os invito a hacer silencio y repasar ante Dios nuestro mundo,
nuestro entorno, nuestra vida y a encontrar su presencia; los gestos de amor
que incansablemente se derraman sobre nosotros:
Las cosas buenas que tenemos; Las
personas a las que amamos y que nos aman; Las capacidades, las virtudes… propias
o de la humanidad entera; Las buenas noticias que, aunque ocurren
constantemente y por todas partes, no
salen en los telediarios; Las gentes que se dejan la vida atendiendo a un
enfermo o cuidando a los que sufren… Los millones de sacrificios de amor que
anónimamente tiene lugar por todas partes: los padres y madres, los hermanos,
las parejas, los amigos, las asociaciones…
¡Qué lo disfrutemos!
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