Hoy, alguien muy joven me
expresaba su necesidad de tener ya todas las respuestas; de saber lo que le deparará el futuro… esa inquietud
es propia de los primeros años, cierto… pero de alguna manera nos sigue
afectando a todos por mucho que pase el tiempo y más aún en esta sociedad
nuestra de la inmediatez… parece que la paciencia no está de moda.
Después en una oración nocturna
con un grupo de la parroquia se me ocurría que esa es también una parte
fundamental del adviento, de la espera. Podríamos hacer como los grandes
almacenes, donde no existe el adviento, ya es navidad desde mediados de
noviembre, pero no… tenemos cuatro semanas previas, de preparación y paciencia.
La paciencia nos enseña a perseverar,
a descubrir lo que de verdad nos importa, aquello por lo que sí queremos
luchar; que todo tiene su tiempo; que cada cosa tiene su cadencia y ha de madurar
para ser mejor; que cuando tenemos la
oportunidad de prepararnos todo se saborea mejor…nos refina y habilita. Quien
no se cansa de aguardar; el que no tira la toalla, muestra confianza en lo que
ha de llegar…
Nuestros ritmos suelen ser
demasiado rápido, lo queremos todo ya y ahora sin darnos cuenta de que quizás
así nos perdemos una parte importante de lo deseado: su proceso.
El adviento es también una
oportunidad para sosegarnos y fiarnos de ese Dios que viene y que es, además,
Señor del tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario