Este año, en mi familia
disfrutamos de nuestro primer sobrino que ya ha cumplido cinco meses, y la
presencia de este niño me ha regalado una perspectiva completamente nueva de la
navidad. Seguramente casi todo el mundo tiene la experiencia de tener un bebé
en la familia, un hijo, sobrino, hermanillo…por eso sé que comprenderéis lo que
escribo:
Cuando tienes a un recién nacido dormidito
en tus brazos, entiendes por qué en noche buena cantamos eso de “noche de paz”: no
creo que nada ni nadie de esta tierra pueda serenarte como lo hacen los sueños de
un crío; no hay paz como la que nace en Belén.
Si se agarra con fuerza a tu dedo
y deposita en ti su seguridad, intuyes la grandeza de un misterio por el que un
Dios enamorado se despoja de todo para ponerse en nuestras manos.
En el momento en que su mirada se
cruza con la tuya y esa criaturilla te comunica toda su vulnerabilidad y
confianza; sabes que harás todo lo posible, o más aún, para protegerlo y
cuidarlo ¡te sientes fuerte!… entonces vislumbras el poder oculto en la
debilidad de un pesebre.
Cada vez que con sus monerías te
llena de alegría, te hace ver el mundo en toda su hermosura, te lleva a vivir
con otro color… al descubrir la forma en que un niño te transforma, puedes
concebir los caminos, por los que actúa y renueva la creación, ese Reino de Justicia y fraternidad que nos trae
el pequeño Hijo del Hombre.
Al sobrecogerte ante la primera
sonrisa, los comienzos de un balbuceo, las sorpresas cotidianas que te regala
en su continuo desarrollo… sabes que todo lo podemos alcanzar… que no hay nada imposible.
Antes de nada quiero decirte cuanta alegría me has dado al ver que de nuevo estás escribiendo estascosas que tanto bien me hacen. Te comprendo hoy cuando hablas de los pequeños,yo soy abuela y cada día doy gracias a Dios por el regalo que me ha dado con mis nietos.Te deseo todo lo mejor. Un abrazo muy fuerte.
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