lunes, 17 de diciembre de 2012

16 de diciembre. GAUDETE


Después del triduo de miércoles, jueves y viernes, he tenido la oportunidad de compartir un retiro y religiosas, una cena de la parroquia, la profesión de unos laicos dominicos y una fiestecita prenavideña con los jóvenes. Todo ha salido muy bien y ahora, por fin, se termina esta semana de tanto trabajo. Parecía que no iba poder alcanzar el final, pero todo llega y ahora me siento satisfecho y alegre. Precisamente hoy que es el día de la alegría, tercer domingo de adviento, domingo de “gaudete”.

Las lecturas de este domingo nos invitaban a estar alegres, una propuesta que alguien podría llegar a considerar ofensiva: ¿cómo estar alegres en medio de tanta dificultad, cuando las cosas van tan mal y tal cantidad de seres humanos sufre? ¿qué relación existe entre la alegría y tantas tragedias cotidianas que se nos presentan? ¿es posible estar alegre hoy?

Me imagino que habría que empezar aclarando de qué alegría nos habla la Palabra.

No puede ser una alegría fugaz, la que nos llega cuando las cosas nos salen bien o corresponden a nuestras expectativas y deseos; esa se nos va en cuanto llegan los problemas y las dificultades … No puede ser de Dios si se acaba…. La relación entre alegría y dolor no puede ser de incompatibilidad.

Tampoco puede consistir en encerrarnos en una burbuja de bienestar y anestesiarnos frente a la amargura y el desconsuelo  de nuestro mundo y de los Hermanos; ¿una alegría de mentira que le da la espalda a la realidad? No, tampoco puede ser de Dios: es imposible que la  relación sea de indiferencia.

La verdadera alegría cristiana, no sólo no es incompatible con el sufrimiento, sino que está muy cerca de él. Casi me atrevería a decir que brota precisamente de esas situaciones de dolor. Será por eso que las personas más alegres que he conocido en esta vida; los que transmiten y contagian más entusiasmo; más verdad de vivir,  son precisamente aquellos que se han atrevido a comprometerse con los que más sufren; con los excluidos; los “don nadie”…Solo el que lo pasa mal, quien hace suya la compasión y la misericordia, puede sentir la alegría de saber que lo que nos hiere, lo que ahoga al mundo, va a terminar, es un gozo que únicamente se puede vivir desde la necesidad de ser salvado y liberado; la de saber que Él está con nosotros; que no se va; que su amor nos dignifica, nos hace indestructibles y colma de sentido hasta lo más inexplicable y absurdo….

Así sí se puede SER alegre: en el Señor… yo lo he visto, lo veo, lo sé…

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