Hoy no tengo mucho tiempo para escribir, pero no quiero dejar de compartir una breve reflexión que saboreaba durante las celebraciones de hoy, en particular durante la eucaristía de toda la familia dominicana internacional.
Yo concelebraba junto a un montón de hermanos de todos los continentes y no he podido dejar de sobrecogerme por la hermosura de la consagración o el Padre Nuestro rezado simultáneamente en tantas lenguas distintas.
El ambiente, la fraternidad, la alegría… todo eso de lo que vengo hablando durante las jornadas te ilumina el corazón, te renueva las fuerzas; pero todo eso no sería nada sin la fe que nos une y esta tarde lo he vivido así, con fuerza.
En cualquier celebración o acto de fe es así, pero especialmente en la eucaristía, establecemos el vínculo de la comunión entre nosotros y toda la Iglesia Universal, la de la tierra y la del cielo; siempre lo he sabido y he intentado siempre tenerlo presente; pero hoy lo he tocado, lo he oído, lo he visto, es verdaderamente así.
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