jueves, 18 de agosto de 2011

17 de agosto. ¡¡¡GUAUUU!!!!

Otro día de fiesta en la fe. Hoy, he estado otra vez en el mosaico-forum de la familia dominicana pero, si ayer casi todos éramos hispano-parlantes, en esta ocasión el público era mucho más diverso y hemos intentado comunicarnos en inglés. La sensación de universalidad ha sido mucho más grande, claro.

De nuevo, éste es el dibujo que he realizado y su significado es, más o menos, el mismo que ayer.

 





















 
Después la “fiesta OP”: yo no sé cuantos jóvenes dominicos nos habremos juntado ni cuántos países estaban representados, pero ha sido espectacular ver a esa familia bailando y compartiendo identidad al ritmo de música disco.
Yo no he podido bailar porque no he parado de charlar con gente, hermanos conocidos con los que te reencuentras después de viejas experiencias, nuevos rostros que toman forma en tu vida, dominicos y dominicas que conocía por Internet y que ahora son reales… ¡una gozada!

Aunque algunos hemos sufrido las hostilidades y los coletazos de la manifestación anti-JMJ de hoy (a mí me han insultado desde un coche) y siento pena de quienes pretender denunciar nuestras posibles intolerancias con una intolerancia aún mayor, o del señor que han detenido porque pretendía un atentado (este debe estar muy enfermo del tarro, el pobre) debo reconocer  que no me ha afectado demasiado, al lado de la intensidad de estas jornadas, la alegría profunda y la inmensa riqueza de la internacionalidad que me están suponiendo y que hoy  no ha dejado de crecer.

Y hablando de universalidad, esta noche estoy pensando en que ésta tiene un montón de significados en los que, habitualmente, nos cuesta pensar.
Hoy, en el metro, he entablado una conversación muy interesante con un grupo de australianos. Me preguntaban, muy sorprendidos y extrañados, por la polémica que está envolviendo este encuentro en España.

Charlando con ellos, te das cuenta de que (aunque sea inconscientemente) tenemos tendencia a creer que las situaciones que, como Iglesia, vivimos aquí son las que también afrontan los hermanos de todo el mundo y seguramente no es así… puede que en cada lugar exista una relación diferente con la jerarquía, entre los distintos sectores e instituciones de la Iglesia op entre la comunidad de creyentes y la sociedad; quizás en todas partes los creyentes no estén tan polarizados como estamos aquí y, desde luego, los contextos y las respuestas que deben buscar son radicalmente otros.

Es otro de los recuerdos o llamadas de atención que esta experiencia me está suponiendo: el compartir con tantos y tan diversos hermanos me invita  abrir la mente, a no ser “provinciano” y creer que la Iglesia se agota en mi barrio o en mi país, a tratar de construir y aportar alternativas que colaboren a resolver los obstáculos que tenemos aquí pero sin perder el horizonte, sin que esas condiciones nos aíslen del resto de nuestros hermanos.

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