miércoles, 30 de noviembre de 2011

30 de noviembre. ¿QUÉ PASA?



¿Qué pasa cuando nuestra miseria irrumpe en nuestra vida y parece delatar la incoherencia de nuestra fe? ¿Qué ocurre cuando sin querer, o incluso queriendo, nos hacemos daño los unos a los otros; cuando nos herimos y nos hacemos sufrir mutuamente? ¿Es que pueden más nuestros egos, los egoísmos, la indolencia, las comodidades o el orgullo que nuestro amor con Dios?



Es algo que, en distintos ambientes, ha estado muy presente a lo largo del día y que, ha dado mucho que pensar. Personas que han venido a mí con sus lágrimas,  heridas,  indignación y dudas.

 Los cristianos no somos en eso diferentes a los que no lo son, o dicho de otra manera, no vivimos en los “mundos de yuppy”: podemos perder la paciencia, los nervios, nos enfadamos, hablamos sin pensar… tenemos conflictos los unos con los otros, como cualquiera.

En medio de tantos malentendidos como hoy han desfilado ante mí, pasaba un rato precioso con una joven hermana mía que va a emitir su profesión solemne; que va a pregonar un sí al amor “hasta la muerte”; unos minutos que han iluminado las experiencias y reflexiones de este “día complicado”.



Lo fundamental de nuestra fe no es que nos evite esos malos tragos (que también lo hace, porque nos lleva a crecer en la paciencia, la humildad y el diálogo) sino que el ser cristiano se pone en juego precisamente en esas ocasiones de tensión, de desencuentro y de heridas abiertas… esas ocasiones, en lugar de ser negativas, pueden convertirse en momentos de gracia, porque es justo ahí, donde podemos dar la mejor predicación, el mayor testimonio de amor.



Cuando no nos enquistamos en el rencor, cuando dejamos de mirar lo que el otro nos ha hecho, para tratar de comprender sus motivos y el daño que también nosotros hemos podido causar; cuando somos capaces de salir de la perspectiva cerrada de mi “yo” para intentar acoger; si pedimos perdón; si perdonamos; si nos esforzamos por leer lo que, en ese enfrentamiento con el hermano, Dios me dice a mí (y no lo que el otro tendría que escuchar) para poder crecer; al devolver bien por mal… entonces, estamos anunciando el amor de Cristo con  todo lo que somos; nuestra fe se hace más grande y ésta puede tocar los corazones que lo contemplen.

1 comentario:

  1. Cuanta razón y cuan difícil se hace llevarlo a la práctica cuando llegan esos momentos...

    Se me está pasando la semana y aún no había tenido un momento para reflexionar con calma, para pensar en cómo están yendo las cosas estos días y para hablar un ratito con Dios. Tu entrada me lo ha dado, y sigo dándole vueltas a la cabeza.

    Gracias y buenas noches Félix ;)

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