Qué a gustito se está, siento como un deseo de invitar a todo el mundo para que vea lo bonita que es mi habitación… y lo único que he hecho ha sido reorganizarlo todo y limpiarle el polvo. Ya le he mostrado el resultado de la mudanza a los frailes y también he subido con unos niños amigos míos: les he enseñado las fotos, se han puesto mis sombreros, han ojeado mis comics, las cosas de pintar…
Ahora, dándole vueltas y pensando, me doy cuenta de que, la actividad de estos días, me ha hecho consciente de lo que tengo, y, en gran parte ha resultado una sorpresa para mí, porque aunque no sea mucho, sí es un legado valioso desde el punto de vista sentimental. Puede que a una persona que sea más organizada y ordenada no le ocurra eso, que sepa perfectamente todo lo que posee y dónde está, pero yo no soy así ni de lejos.
Esa consciencia de quiénes somos, lo que valemos, de las propias virtudes, capacidades y sentimientos, es básica para poder darse, para ser capaz de entregarse. Lo que se olvida o lo que –por un equivocado concepto de la modestia o la humildad- nos negamos, se queda enterrado y no da fruto.
Si apostarlo todo por el Reino nos cuesta, si nos resulta difícil confiar o superar el miedo a perder lo que falsamente nos ofrece seguridad; la cosa se convierte en misión imposible si ni siquiera sabemos los talentos que se nos han dado; cuántos y cuáles son.
En ese conocimiento, nos encontramos a gusto y es así como, casi sin darnos cuenta brota la generosidad y el amor; se abren las puertas de nuestro ser para que todos entren en el… ¡como me pasa a mí con mi cuarto nuevo!
¡qué bonita tu experiencia, tu talento, tu generosidad al compartirlos...!gracias a Ricardo por dárteme a conocer. Ojalá también yo sepa cuáles son mis talentos y, una vez conocidos, pueda ponerlos con generosidad y alegría al servicio de los hermanos...¡un abrazo grande y sentido, hermano...!
ResponderEliminarTiene mucha razón cuando dices que nos aferramos a la falsa modestia y humildad para no dar los talentos que tenemos.
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