Salamanca de nuevo. Ya he comentado otras veces las dificultades y el sacrificio que, en todos los sentidos, me está suponiendo hacer aquí estos cursos; sin embargo, es de justicia reconocer también lo mucho que me están haciendo disfrutar.
Hoy he tenido la clase del seminario sobre la idea de la religión en el idealismo alemán. De entrada, cuando me matriculé, no me atraía nada en absoluto, la única razón era la conveniencia del horario para venir y volver a mi ciudad. Para mí, la filosofía siempre fue un "hueso duro de roer", algo que había que aprobar y ya está.
Pero ahora resulta que me ha tocado un gran profesor, todo un sabio que, además, es un gran pedagogo, y me está encantando esto del idealismo alemán; tengo unas clases que me resultan muy sugerentes.
Eso me hace pensar en dos cosas:
La primera de ellas es que me doy cuenta de todas las oportunidades que he derrochado en mi vida; de las muchas lagunas que hay en mí. Esto me ocurre a nivel académico con la filosofía, podía haber aprovechado mejor las asignaturas que estudié siendo joven; me pasa igual con la historia y otras materias; hoy tengo interés, sed de conocer más y mejor aquello que ya se me ha enseñado, pero que yo no supe acoger en su día.
Y sé que lo mismo, exactamente, se puede decir del resto de los ámbitos de mi vida. He dejado escapar demasiadas posibilidades, y esto no lo digo con amargura ni dándome golpes de pecho, todo lo contrario, mirando al futuro, que esta constatación me sirva para estar atento mañana y tratar de gozar de todas las ocasiones que Dios me brinde.
Lo segundo que se me ocurre, es lo importante que es ser como mi profesor a la hora de comunicar algo, especialmente el Evangelio; ser gentes entusiasmadas, que vibran con lo que transmiten, que te contagian toda la pasión que ellos han descubierto.
No podemos esperar que nuestra predicación como cristianos sea significativa para nadie, si anunciamos la Buena noticia desde la tristeza o una resignación amarga, o la liberación de Dios con imposiciones y leyes.
Puede que las dos ideas estén relacionadas, que sólo podamos ser creíbles si quienes proclamamos el Evangelio de Jesucristo, somos capaces de exprimir al máximo la vida, de disfrutar del todo con ese reino de Dios que ya es realidad, que está aquí.
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