domingo, 9 de enero de 2011

8 de enero. SER MANTA

¡Qué pedazo de tormenta ha caído esta tarde! Es increíble lo tremendas que pueden resultar estas cosas... mira que ahora sabemos de sobra en qué consisten y nos sabemos protegidos, pero aún así, no puede uno el evitar sentirse sobrecogido ante el sonido de los truenos, la intensidad de un rayo, la cantidad de lluvia... pero es incluso agradable oír el frío estruendo ahí fuera, al otro lado de la ventana, mientras tú estás tranquilito y seguro, calentito con una manta, un cafelito y viendo una buena película.

No puedo imaginarme el sentimiento de aquellas personas que antes y ahora soportan un tormentazo desde el desconocimiento o la indefensión. Tampoco puedo olvidarme de ellos.

Pero hay más aún, en la vida también hay "otras tormentas", oscuridades en las que ruge la amenaza de otros truenos, relámpagos terribles que, de repente, rasgan nuestro camino en dos. Igualmente, hay quien  tiene que afrontar estas circunstancias sin comprender nada, sin ningún apoyo al que aferrarse, sin manta, ni película, ni café...


















En estos últimos días del tiempo de navidad, uno de los mensajes que no deja nunca de resonar, es que  eso no tiene por qué ser así. Las tormentas vendrán, nada ni nadie puede evitarlas, pero podemos afrontarlas con la seguridad de que Jesús está a nuestro lado sosteniéndonos; que nuestro sufrimiento es el suyo; con el calor y la fuerza de su amor; ayudándonos a encontrar sentido donde no lo hay.

Claro está que esto no se puede improvisar, que esa capacidad de descubrir y sentir la presencia de Dios en nuestra vida, pase lo que pase, es algo  que comienza con acogerlo y que sigue creciendo a medida que somos capaces de cuidar esa relación; de dedicarle nuestro tiempo, de apostar por ella; de llevarlo a los demás... para que nadie acabe estando nunca a la intemperie bajo la tormenta.

Acoger al Dios hecho carne nos invita, de alguna forma, a ser manta, café caliente, techo y paz para nuestros hermanos.

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