sábado, 29 de enero de 2011

28 de enero. TOMÁS

Volvemos a estar de fiesta, hoy celebramos al hermano Tomás de Aquino. Por esa razón nos hemos reunido de nuevo  en Familia Dominicana.

Siempre que se habla de Santo Tomás, se hace referencia al estudio, a sus obras y su legado intelectual; muchas veces presentamos una imagen deformada de él, como un señor que se pasó la vida encerrado entre libros y elaboraciones mentales. Si así fuese, no sería –al menos para los dominicos- un ejemplo a seguir.

El estudio es uno de nuestros pilares, junto a la comunidad, la oración, la misericordia…en ellos se asienta nuestra predicación. Pero no nos sirve cualquier clase de estudio; mal entendido, puede ser un arma de doble filo…que nos acabe alejando de la realidad del ser humano; que nos haga creer que sabemos más que los otros y por eso somos mejores o que nos lleve a caer en la “titulitis” que cantaba el genial Migueli; que tratemos de suplir con él nuestras necesidades afectivas…no sé…

Cuando comencé a descubrir mi vocación dominicana el estudio se me hacía algo antipático (supongo que como a casi toda la gente joven), parte del lote que había tenido la suerte de recibir, un mal necesario; así que –inconscientemente- traté de suavizarlo. Lo reducía al aprendizaje, la atención a todo lo que ocurre, el extraer enseñanzas de ello… pero el “empollar”, el sacrificio, el esfuerzo no me hacía tanta gracia.

Con el tiempo uno empieza a valorar lo que nos cuesta trabajo; el esfuerzo que se hace para poder darnos más y mejor; se va dando cuenta de la importancia del estudio y aprende además a disfrutarlo, a rezarlo a basarlo en las experiencias de toda la comunidad y a compartirlo con ella.

Yo he disfrutado mucho siempre que me he acercado a la Teología de Santo Tomás, pero igualmente admirable me resulta su vida, sus opciones. Supongo que sólo desde una relación de mucha intimidad con Dios y con el ser humano pueden parirse obras tan buenas, tan antiguas y tan actuales.

Me gusta especialmente mirar a Tomás como un hombre valiente, que supo ir más allá de los convencionalismos, de lo que se esperaba de él.

Que se abrió a la Palabra y se dejó empapar por ella para que sólo Dios guiara sus pasos; un hombre humilde que nunca se creyó en posesión de la Verdad sino en búsqueda de la misma. Un explorador que siempre se supo en camino, que convirtió su vida en esa aventura de explorar nuevos caminos y posibilidades. Y siempre junto a las personas, cerca de ellas, de sus interrogantes y necesidades.

A mis años sigo estudiando, no quiero dejar de hacerlo, ¡tampoco puedo! Cuanto más viejo me hago más inquietudes me despierta la grandeza de Dios, la realidad humana, la del mundo; aumenta mi necesidad de penetrar en la escritura; más preguntas se me agolpan en la cabeza; siento con más fuerza la urgencia de inventar, ser creativos, arriesgar… es evidente que no podré llegar nunca ni a la altura de la suela del zapato del Aquinate, pero espero que Dios me permita permanecer en búsqueda hasta el final de mis fuerzas, hasta el último de mis días y hacerlo como mi hermano Tomas: ¡con  dos narices!

2 comentarios:

  1. Gracias!! Sobre el estudio pienso más o menos como tú: para mí tiene un valor espiritual. Estudiamos para amar más y mejor: http://www.ser.dominicos.org/a-la-escucha/estudiamos-para-poder-amar-mas-y-mejor. Ciao! MOISÉS

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  2. Me llama la atención veros a los dos aquí, hablando de Santo Tomás. Ambos habéis dado en la clave, creo yo, en el sentir dominicano del estudio. Gracias por compartir vuestro sentir, vuestra razón vital.Vuestro hermano.

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