martes, 18 de enero de 2011

17 de enero. SI ES UN PERRO, ¡ME MUERDE!

Últimamente estoy dándole vueltas a una decisión que tengo que tomar y que afecta a mi futuro. El asunto en cuestión, parece que principio no tiene ninguna pega, que todo son ventajas; que me va a permitir crecer y desarrollarme en mi vocación; que me enriquecerá, me abrirá posibilidades,  responderá a mis inquietudes…

Sin embargo, cada vez que pienso en ello, me pongo nervioso… siento vértigo. Imagino que me asusta la posibilidad de que los pasos que ahora pueda dar acaben creándome consecuencias que no deseo…o en definitiva, que rompa la armonía y la estabilidad en la que ahora vivo.

Esta mañana anduve haciendo gestiones, informándome del tema y al volver, en el autobús, sentía ese cosquilleo en el estómago, esa insuficiencia de aire en los pulmones. Pensé una vez más en la película del otro día (que no se me va de la cabeza)… Los creyentes no somos superhéroes, cada día nos asaltan mil temores, dudas, tentaciones, egoísmos… los protagonistas de la peli también vivieron todo eso. Lo importante es que todos esos sentimientos no consigan la victoria, que no nos paren, que no nos rindamos.

Bien, hasta ahí ya estaba, claro pero enseguida brotaba en mí la siguiente pregunta: y ¿cómo se hace eso?... más vueltas a la cabeza

Con estas historias he pasado la mayor parte del día, sin encontrar una respuesta. ¿Cómo consigo confiar más en  mi Dios? ¿Cómo se vencen esos miedos, esas falsas seguridades? ¿Cómo suelto las riendas de mi vida?

Lo que estoy contando no deja de ser curioso, porque siento –o mejor dicho- SÉ, que ya el Señor lo ha logrado en mí muchas veces con anterioridad… pero ¡no podía recordar de qué forma! ¿Cual fue entonces la receta?

Como ese pueblo de Israel que se olvidaba de las grandes maravillas con las que Dios intervino en su historia, así estaba yo…casi como si no lo conociera.

Más gracioso aún el Evangelio del día, que habla de la novedad de Dios, que a vino nuevo odres nuevos. No me daba cuenta de que ahí estaba la solución que yo buscaba ¡Tres eucaristías he celebrado hoy! Como si Dios me lo repitiese paciente ante mi torpeza.

Lo de buscar nunca se me ha dado del todo bien, cuando mi madre me manda a por algo que rara vez encuentro (aunque lo tenga delante de las narices) siempre me decía “Si es un perro, te muerde”… me temo que eso es lo que me estaba diciendo también Dios.

Al final, en la última misa, la que he celebrado con el grupo de jóvenes de la parroquia se me ha abierto la mente y el corazón.
















Dios es siempre nuevo porque lo es también el Amor. No podemos creernos que ya controlamos el terreno que pisamos, que lo dominamos… Dios siempre sorprende, como si cada día estrenara su pasión por el ser humano.

La clave es esa, ¡el amor una vez más!, el único que es más fuerte que todo, el que vence por encima de cualquier cosa, el verdaderamente todopoderoso.

También así los protagonistas de la película triunfan sobre sus debilidades, cuando los rostros, nombres y vidas concretas se anteponen a las razones abstractas. Por ellos es por los que son capaces de abrir las manos ante Dios.

Ahora entiendo “mi susto” y comprendo que tengo que rehacer el planteamiento. Creo que si oriento la decisión desde el otro más que desde mí, desde el servicio que podré prestar… entonces seré capaz de decidir con paz.

Deberes para mañana para este “aprendiz de creyente”, je, je, me hace gracia mi propia torpeza… me enternece la paciencia de mi Dios.

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