Vengo de ver la cabalgata de los Reyes Magos, jejeje… no sabéis lo que disfruto cada año con ella. Cada noche de reyes, intento ver la cabalgata con mi ahijado de cuatro años y sus hermanos porque, sinceramente, ese rato compartido con ellos para mí no tiene precio. Este año también he podido vivirlo así.
-. ¡¡¡Mira tito!!! ¡¡El rey Melchor!!
-. ¡¡¡Siiii!!! Y ese ¿Quién es?
-. ¡Alaaa! ¡¡¡Bob Esponja!!!
Jejeje, es como si toda la ciudad se transformara por unas horas y todos nos volviésemos críos a la vez, ver las caras de todos, recoger caramelos, la complicidad del “gran secreto”… me encanta, lo reconozco.
Hoy no sabía qué podía contar de todo lo que me ha pasado hoy, que ha sido mucho: encontré por fin lo que buscaba ayer, la visita de mis amigos y hermanos de Valencia, el ratillo con mis padres, con los amigos tras el desfile real… todo han sido regalos anticipados; regalos que no me merezco pero que he saboreado al máximo. Pero hay algo en común que ha estado presente en todas esas cosas y hasta ahora mismo, que me pongo a escribir, no he sabido concretarlo.
Es ese “no sé que” que nos afecta en esta noche mágica y que transforma a las ciudades en enormes parques infantiles. ¿Son los regalos materiales que cada uno espera recibir? ¿es el amor que expresan? ¿lo que nos hacen sentir? O sea, ¿el oro que se merece un rey, el incienso que se presenta ante un sacerdote o la mirra que se ofrece a un profeta?¿serán las tres cosas juntas?
Es lo que Melchor, Gaspar y Baltasar trajeron ante el niño rey-sacerdote-profeta; en Él habían encontrado a quien merecía la pena y la alegría servir; aquél bebe es expresión del Amor donde poder confiar; el grito profético que moviliza y desafía su mañana… ¿qué más necesitaban?
Es la sed más profunda del ser humano, la que todos los hombres y mujeres tenemos en común sea cual sea nuestra realidad o condición, y es también la oferta de un Dios profundamente enamorado de cada uno de ellos. Un Dios al que llegan y del que salen todos los caminos, toda la luz, toda la vida; que abre de par en par sus brazos recién nacidos absolutamente a todos, sin distinción, no sólo al pueblo judío que esperaba al Mesías, no únicamente a los cristianos. Absolutamente a todos nos espera, nos necesita, nos posibilita siempre.
Por eso en el dibujillo de hoy, los Reyes son hombres y mujeres diferentes que ofrecen el oro de una semilla; el humo del sustento que se eleva hasta el cielo y la rudeza o la dificultad del tubérculo que crece en lo profundo.Todos alimentos, todos básicos.
María, sonriente, ofrece a su hijo, ejemplo de quien ha calmado esa sed en Dios y, necesariamente, tiene que compartirla con todos los hermanos.
Soy consciente de que la mayoría de la gente no se plantea nada de esta historia pero si sus sucedáneos nos envuelven a todos y nos llenan con la alegría, la confianza, la ilusión de niños, ¿qué no pasaría si nos atreviéramos a llegar un poquito más hasta el final?
Yo me acuesto ya, que mi Prior “recibe” a sus majestades muy prontito y no quiero que me pillen aún despierto. Gracias a todos los que hoy habéis sido regalos adelantados a lo largo del día. Ojalá que mañana temprano todos descubramos algo de ese oro, incienso y mirra junto a nuestras zapatillas. ¡Buenas noches!
Ayer también yo sentí la magia que regala un día como el de Reyes. Yo también tuve la fortuna de encontrarme con uno de mis hermanos de Sevilla. El mejor de los regalos, la amistad que se muestra incondicionada y auténtica, suscita en mí aquello por lo que cada día representa un don de Dios. Un día mágico, como recuerdas en tu dietario, es un día regalado. Y ayer lo fue de forma entrañable. El encuentro que permite recibir el don de Dios, al menos para mí, representa el mejor de los regalos, la mejor de las sonrisas.
ResponderEliminarDavid, un hermano agradecido.
5 de enero: la tarde-noche de los ojos grandes, de los mayores que les queda aún hermoso resabio de niños, de lo ridículo que a veces se pone lo empírico y mensurable, la noche de un reparto de ilusiones imposible que se hace posible gracias a que se usa el reloj del corazón.
ResponderEliminar¡Benditos Reyes Magos!
Jesús Duque