En días como este, se da uno cuenta –con más fuerza que de costumbre- de la suerte que tiene y lo bendecido que está. Me siento muy querido.
Este mediodía he ido a comer con mi familia a un restaurante pequeño que tienen mis tíos. Cuando mi madre les llamaba para reservar mesa, escuché que decía “somos siete, tres parejas y el impar” jejejeje… claro está, el impar era yo. Nos hemos reído mucho en casa con la expresión durante toda la mañana, y ahora me ha vuelto a la cabeza.
Lo cierto es que no me siento “impar” en absoluto. Desde el momento en que me he levantado y he encontrado a la puerta de mi habitación, sobre las zapatillas, el regalito que mis hermanos de comunidad habían encargado a los reyes; el día se ha ido desarrollando cargado de cariño por todas partes.
Después con mi familia, que ahora es más grande y mejor, con la llegada de mis cuñados (mis dos hermanos se casaron en el 2010). Para mí era totalmente nuevo el fenómeno “cuñado”, pero lo cierto es que ya los vivo como amigos y hermanos. Me siento querido, cómplice con ellos y los quiero cada día más.
Los correos, y mensajes de otros frailes, otros hermanos, mis amigos…
En la parroquia, me he llegado a emocionar antes de la eucaristía por la forma en que me cuida y me mima esta comunidad parroquial…
La cena con mi “comadre”, su hija y mi muy amiga “la cuarentona”; la última llamada de teléfono…
¡Me siento muy querido! Amado de verdad.
Esa emoción me ha llevado luego a pensar en lo distintas que son todas esas personas que me tienen robado el corazón: unos son creyentes, otros nada, algunos “ni fu ni fa”; los hay a los que todo les sonríe, también los que lo están pasando muy mal; unos son niños entusiastas, otros, mayores cargados de experiencia y saber; casados, solteros, sin poderse casar…a todos los quiero, todos me dan también lo que son, cada uno a su manera.
Y mira tú, que hemos celebrado la fiesta de la epifanía, del Dios para todos.
El nacimiento de ese bebé-Dios pone de manifiesto que nadie, tampoco los cristianos, tiene a Dios en posesión exclusiva y absoluta; ninguno puede atribuirse la total comprensión de su Verdad. Que nuestra fe es incompatible con cualquier tipo de fundamentalismo.
Al principio la tradición atribuía a los Magos diferentes edades (juventud, edad media y madurez); después las tres razas conocidas entonces (África, Asia y occidente) todo como expresión de esa totalidad. Dios viene y lo hace para todos.
No tuvieron que hacerse judíos, ni cumplir la ley de Moisés, ni abandonar su diferencia para encontrarlo, entonces ¿Quién es quién para decidir si el otro está más cerca o más lejos de Dios? ¿Quién puede juzgar a su hermano por su historia, su condición, la forma de pensar o sus situaciones? ¿Quién conoce lo secreto de cada corazón?
Esto parece de cajón, pero ¡madre mía lo que nos cuesta! (a mí también, claro) qué fácil es criticarnos porque somos más modernos o más conservadores; porque pertenecemos a un sitio o a otro; decidir quien sí y quien no, encerrarnos con los nuestros y atrincherarnos en el miedo, la desconfianza y los prejuicios.
La fiesta que hemos celebrado es una profunda invitación de Dios al encuentro, a la apertura a los hermanos, al dialogo, al compartir, a la ayuda y el enriquecimiento mutuo… al amor una vez más.
En la encarnación Dios asume lo que somos, también nuestra pluralidad. Dios viene a todos y permanece junto a todos, así que también se nos manifiesta en el que tenemos al lado; en el que no es como yo. En el dibujo de esta noche eso es lo que quiero comunicar, una maternidad múltiple, Jesús que nace en todas las razas, continentes y realidades.
El colorido es también uno pero variado: el rojo del amor y la pasión, el verde de la vida y la esperanza, el amarillo de la alegría y la abundancia o el azul de la paz y la armonía. Son diferentes pero todos imprescindibles, ninguno puede faltar en el nacimiento de Jesús.
En común, la sencillez, la alegría, la mirada…lo necesario para poder descubrirlo en el otro.
Los magos alcanzan el pesebre juntos, sin renunciar a lo que cada uno es pero con el otro; desde la totalidad. ¿Será que a Dios no lo encuentro yo, sino que lo encontramos nosotros?
"La fiesta que hemos celebrado es una profunda invitación de Dios al encuentro, a la apertura a los hermanos, al dialogo, al compartir, a la ayuda y el enriquecimiento mutuo… al amor una vez más".
ResponderEliminarEstos días pasados lo han sido para tod@s. Con mejor o peor resultado se han sucedido los encuentros, familiares, con amig@s, con compañer@s de trabajo...
Pero ahora regresa la normalidad, la cotidianeidad. Ese tiempo "normal" en el que nos suceden cosas habituales: ir al trabajo (los que tienen, claro); seguir pagando el alquiler o la hipoteca (idem de lo anterior); llevar a los niños al cole, etc. ¡Bendita cotidianeidad!
Pero es un tiempo en el que también nos proponemos hacer cosas nuevas, alternativas para mejorar nuestras vidas.
Estaría bien echar un ojo a nuestro alrededor y no quedarnos solamente en propósitos personales, sino en alguno que ayudara a mejorar la vida de los demás. Primero de quienes nos rodean, de l@os más cercan@s. Pero también abriendo un poco más las miras y atendeiendo también a las personas que están más distanciadas; a l@s diferentes, a los y las otr@s.
Contigo a nuestro lado nunca podemos ser IMPARES...porque siempre vienes con Él y nunca estamos solos.
ResponderEliminar¡¡A ver si me entra esta vez!! Porque no hay derecho llevo tres días intentando hacer un comentario y no me deja el "sistema". Quizá hoy día de la Epifanía, de la manifestación de ese Dios niño, lo consiga.
ResponderEliminarLo que quiero es decir "gracias" al autor del blog. Gracias por tantas cosas por sus dibujos, por su vocación, por su ejemplo, por su vida, por la familia que tiene y también ¡porqué no!por ser impar.