sábado, 16 de abril de 2011

15 de abril. YA ESTÁ AQUÍ

En mi tierra ya se respira por todas partes el aire de fiesta; esta noche, cuando volvía a casa tras un ratillo en casa de mis padres, me he encontrado con una de las muchas procesiones que ya recorren estas calles; casi no puedo llegar a la puerta del convento: por aquí estamos  inmersos en la Semana Santa, sí, antes incluso de que ésta empiece. Como todas las expresiones de religiosidad popular, en esta ciudad es un fenómeno complejo, que me cuestiona profundamente.
De jovencillo participé por completo de todo ese mundo; me encorbaté, me destrocé los pies detrás de las cofradías; visité monumentos; me extasié con los olores, los sonidos y todo tipo de sensaciones;  lloré con mis vecinos ante el paso de Cristo… y pensé que aquello era todo.
Recuerdo como todo un descubrimiento el año en que –ya bastante mayorcito- supe de la existencia de los oficios de Semana Santa (y encima fue la primera vez que entré en una Iglesia de la Orden). ¡Cómo disfruté de aquella vigilia Pascual!
Desde entonces estos días ya no volvieron a ser como antes, en mi vivencia de la Semana Santa apareció la perspectiva de la Resurrección, la luz de la Palabra.
Yo no sé si los cristianos en general somos grandes conocedores de la Escritura, si la valoramos en su justa medida o nos olvidamos que se trata de la principal fuente de la revelación, es decir el medio privilegiado y primigenio por el que Dios se nos manifiesta a los hombres y mujeres.
Es muy fácil el caer en la manipulación de la palabra de Dios, descontextualizar ciertas citas e interpretarlas literalmente para utilizarlas en nuestro provecho, para fundamentar nuestra propia palabra. Si utilizamos así las escrituras, podemos encontrar justificación para casi cualquier cosa: la guerra santa, crímenes, venganzas, exclusiones...
Es indudable que no podemos tratar así la Palabra de Dios, el truco está en conocerla para poder extraer de ella la experiencia de Dios que se está narrando, por encima de  los detalles, las mentalidades y culturas de las épocas en que se redactaron.
Este acercamiento a la Escritura debe hacerse desde la fe en un Cristo que nos salva, aunque no nos libra de ser perseguidos, como le ocurrió a San Pablo… El apóstol nos dice que todo aquél que pretenda ser buen cristiano, sufrirá persecuciones. San pablo fue criticado en las propias comunidades que fundó y perseguido por los cristianos judaizantes que pretendían que el cristianismo se mantuviese supeditado a la ley y la raza judías. La Palabra de Dios está repleta de ejemplos de persecución, la experiencia autentica de Dios produce este tipo de reacción hasta entre los propios hermanos que, incluso sin saberlo han hecho mal al otro por malentender a Dios, por pensar que estaban seguros de Dios cuando tenían un profundo desconocimiento del mismo.
Y volvemos a la cruz, a la de verdad, a la que nos salva y con la que tendremos que cargar en la medida que crezca nuestra fidelidad a La Palabra… y llegamos así a la fraternidad y al servicio, que son el apoyo ante la carga y la alegría del camino… y a la entrega, y a la vida, a la luz, a la pasión de ser…








Desde ahí, se abre toda una nueva dimensión para las celebraciones de los próximos días; una infinita, enérgica, profunda y cercana a nuestra realidad.
Este año volveré a "escapar", me reuniré con mis hermanas las monjas, con los fieles de su Iglesia y, con un grupo de jóvenes de distintos lugares, intentaremos abrirnos y saborear la mejor parte…

2 comentarios:

  1. Me emociona ver y sentir tu profunda fe, tu vocación, tu lucha, tu vida. Tienes un don, amigo. Aunque tú quizás no lo sepas. Transmites. Eres transmisor de fe, de amor, del amor de Dios. Sabes dar a la palabra el toque de sencillez necesaria para que atraiga y enganche a los demás. Hueles a Dios. A saber estar. A ternura. A corazón de luz. No te detengas, querido cómplice y hermano. No hay metas, sólo caminos por el que transitar y abrazar. Todo está en ti. El Reino está en ti. Sigue abriendo tu pecho para que todos podamos beber agua de vida. No hay oscuridad porque nos guian las pupilas de Dios, los dibujos de Dios, el susurro de Dios pronunciando nuestro nombre. Sigue amando y riendo y soñando y gritando y volando y transmitiendo y abrazando y conduciendo. Sigue para que los demás no nos sintamos solos y el corazón no nos deje de latir nunca. Un abrazo enorme, amigo. Y gracias por tu sencillez. FRAN

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