jueves, 14 de abril de 2011

13 de abril. COMO UNA OLA

Por las noches, cuando me pongo a escribir cada una de las entradas de este blog, me doy cuenta de muchas cosas que si no, se me pasarían inadvertidas a lo largo del día, de las semanas y la vida.
Una de ellas, es por ejemplo, lo cautivado que me tienen mis chicos de confirmación, porque todos los miércoles, de lo que más me apetece hablar es de ellos… de su franqueza, sus ilusiones, sus dificultades, sus impaciencias… del cariño que me regalan.
En estos días hemos estado hablando del Espíritu Santo, del espíritu del AMOR; el que fluye entre el Padre y el hijo; el que se nos regala a raudales, continuamente, a nosotros. Compartíamos sobre los efectos que el amor produce en nosotros y uno de ellos decía que nos hace fuertes; pero enseguida hubo alguien que añadió que también nos lleva a ser vulnerables. Incluso hemos estado discutiendo, porque no estaba muy claro, si amar era tristeza.
Ciertamente, cuando amamos, cuando recibimos amor, nos volvemos más frágiles. Hoy, por ejemplo, el día empezaba con enfermedades cercanas, con más dolencias se ha seguido desarrollando y así ha terminado también. Gente muy próxima que esta “malita”, unos con malestares leves, otros con asuntos más serios y alguno que no se sabe, pero que espero que no sea importante. Y, es verdad que se sufre, por supuesto; que no dejas de pensar en cómo se sentirán; en que se recuperen pronto; que te encuentras impotente… y todo porque amamos.
Es lo mismo cuando no podemos tener cerca a quienes queremos; cuando nos alejamos, cuando los perdemos… cuando tememos que acabe…
Pero no puedo aceptar, de ninguna forma lo de la tristeza. Dicen en la película Moulin Rouge que “No hay nada más hermoso que amar y ser correspondido” y yo estoy totalmente de acuerdo. Más allá de cualquier tiempo, distancia, miedo o dificultad, si tenemos ese don del amor; “el regalo más grande”, que dice la canción, y que –aunque necesariamente siempre tengamos que desearlo más y mejor- es en sí mismo, una poderosa razón para la alegría.
Si después, entre las prisas y las preocupaciones cotidianas, dejamos que la pena gane terreno en nuestras entrañas, es porque nos estamos olvidando de dedicar el espacio, la mirada o el pensamiento a nuestro amor; a sentir y disfrutar el hecho de que, en cada ser humano que nos quiere, tenemos una bendición inmerecida.

De igual forma y sobre todo, Dios. Su voluntad de que lo tengamos presente, de que lo pensemos y sintamos, es porque en él tenemos el amor total; la razón de la más poderosa alegría.

1 comentario:

  1. Tal vez ese confirmando intentaba expresar lo que aquel otro autor ya había dicho "Si no quieres sufrir, no ames; mas si no amas... ¿para qué quieres vivir?"
    No es que el Amor en sí produzca tristeza, sino que en ocasiones te exige compartir el dolor del ser a quien amas, sus temores, sus sentimientos y te sientes incapaz físicamente de solucionárselos.
    Y entonces, cargas con su tristeza para aliviar así un poquito su alma; pues, si una alegría compartida es una doble alegría, una tristeza compartida es la mitad de tristeza.
    Pero, al mismo tiempo, al saber que esa otra persona ya sólo tiene media tristeza tu corazón se alegra.

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