Parece que ya se va marchando el
dolor de espalda…imagino que, los que somos altos, tenemos ahí el tendón de
Aquiles. Llevo dos días en los que he tirado de todo lo imaginable: pomadas,
calor, anti-inflamatorios, masajes… y parece que la cosa está dando resultado.
Hace nada, mientras estaba con
las cervicales agarrotadas y con la cabeza que parecía a punto de reventar,
todo se veía distinto…no tenía ganas de nada y cualquier cosa se me hacía un
mundo, me movía arrastrando el cuerpo y el día se me convirtió en una pesada
carga con la que me parecía que no iba a poder.
Muchas veces en la vida; cuando
nos visitan los dolores, los problemas o los miedos; nos pasa lo mismo.
Percibimos las cosas negativas como extraordinarias y dejamos que los
sentimientos que nos producen acaparen toda nuestra visión y pensamiento. En
cambio, nos encontramos incapaces de advertir y disfrutar lo bueno que
permanentemente nos rodea; lo positivo es como si fuese lo normal, lo que nos
corresponde por derecho.
En los peores casos, nos
resignamos a las “jaquecas” de la existencia y nos regodeamos en nuestra propia
realidad sufriente, embarcándonos en un círculo vicioso que no puede tener un
buen final.
Es necesario no caer en eso.
Igual que, cuando nos duele el cuerpo, tomamos medicinas o buscamos remedios;
del mismo modo en que, cuando eso no es suficiente, vamos al médico; podemos
ser capaces de encontrar curas cuando lo que padecemos es un revés de la vida.
Nuestro Dios, que no deja nunca
de mimarnos a cada uno de nosotros, está especialmente atento cuando nos vemos
así; siempre pone cerca de nosotros algo o a alguien que nos puede calmar y
sanar. Basta con ser capaz de mirar para encontrar; con tener la humildad de
pedir ayuda y recibirla…
Porque “no es bueno que el hombre
esté sólo”, nos hacemos falta unos a otros… ¿por qué empeñarnos en solucionarlo
todo sin ayuda de nadie?
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