martes, 5 de marzo de 2013

5 de marzo. EL PIE IZQUIERDO


Hoy, 5 de marzo, era la fecha en que tenía pensado comenzar un viaje que me ilusionaba mucho: eran unos días que pasaría fuera para trabajar en mi tesis y también para descansar, rezar y encontrarme conmigo mismo… pero el proyecto se chafó por causas inevitables y aquí sigo.

No sé si habrá sido casualidad o sugestión, pero por si mis planes arruinados fuesen poco, me he levantado con un dolor tremendo de espalda y la cabeza que me iba a reventar; aun así me he puesto en marcha… el día estaba feo y llovía a mares, después se me torcían un par de asuntos que tenía pendientes... Era uno de esos días en los que uno no debería estar donde está y en los que parece que todo está en tu contra.

Supongo que ahora muchos de los que me leen estarán pensando: “pero seguro que ahora cuenta que  luego le ha pasado algo que haya salvado y dado sentido a la jornada”…

Pues no, esta vez, no. Aunque por supuesto, no todo ha resultado malo y también he vivido cosas agradables, ahora mismo –cuando este martes va llegando a su fin- continuo con el malestar físico, que se ha ido agravando con las horas, y con la misma sensación de desagrado en el corazón. 

Y es que hay días así, flojillos, ya sea porque no responden a las expectativas que teníamos o porque, verdaderamente muchas cosas salen mal… y tenemos que asumirlo, que muchas veces nada es como nos gustaría o esperábamos.

Pero, a pesar de todo;  ahí sigue estando, dentro de mí; una perenne sensación de gratitud: por estar vivo, por las personas a las que quiero, por mi vocación, porque sé que – aunque hoy no se vea- tras las nubes y la lluvia continua brillando el Sol… Y me voy a dormir contento por todo lo vivido, convencido de que mañana será otro día; un nuevo regalo en el  que, quizás, descubra que mucho de lo que hoy me pareció desafortunado, fue en realidad una bendición.
 

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