Llevo todo el día, en medio de las
ocupaciones cotidianas, pendiente de la chimenea; consciente de que hoy podía ser un día
histórico; aferrado a un sueño; orando
insistentemente por esta Iglesia que somos….
Cuando llegaba la hora de la
fumata, me conectaba con el Vaticano y, con el corazón atento e inquieto,
esperaba … ¡anda una gaviota!
Cuando por fin ha comenzado a
salir por ese tubo la señal de que ya se había producido la
elección, resulta que era la hora de bajar a abrir la Iglesia. Hoy celebrábamos
el funeral por una chica que marchaba a la casa del Padre con treinta y ocho
años y, aunque no se elige a un papa todos los días, lo primero es lo primero. Así
es como debe ser y como yo quería que fuese.
El viudo de esta amiga ha preparado
una ceremonia preciosa, repleta de resurrección, confianza y gratitud; así que,
desde el momento en que nos hemos encontrado, me he olvidado del pequeño
sacrificio que suponía no poder asistir en directo a la presentación del nuevo
Papa. He vivido intensamente la
ceremonia con esa familia, con la que otras veces había compartido la
risa y la alegría, y hoy también he llorado con ellos. Se me han saltado las
lágrimas ante ese ejemplo de fe y de auténtico amor que estaba presenciando,
por esa tremenda lección que me estaban regalando… este es uno de los textos
que han leído y que representaba muy bien lo que estábamos viviendo:
Sólo estoy descansando en otra
habitación.
Todo está igual que antes.
La calidad vida que hemos vivido
juntos, sigue intacta, inalterable.
Todo lo que hemos sido el uno
para el otro todavía lo somos.
Llámame como solías llamarme.
Habla de mí de la misma manera
que siempre lo has hecho.
No pongas tristeza en tu tono.
Ríe como siempre te has reído de
las pequeñas bromas con las que nos hemos divertido juntos.
Juega, sonríe, baila, piensa en
mí, reza por mí.
Haz que mi nombre siga siendo lo
que siempre ha sido.
Deja que sea nombrada sin dolor.
La vida sigue siendo la de
siempre, la misma de siempre.
Una continuidad sin interrupción.
Que no me veas no significa que
no esté.
Estoy muy cerca, esperándote por
algún tiempo detrás de la esquina.
Todo está bien. Nada se ha roto,
nada se ha perdido.
Sólo un instante y todo volverá a
ser como antes.
¡Cómo nos reiremos de esta
despedida cuando nos volvamos a encontrar!
Cuando todo ha terminado, he
subido a mi habitación y me he informado
sobre lo que había pasado Roma:
Un Papa que comparte nombre con Nuestro
Padre San Francisco, hermano de la Pobreza, al que Dios pidió que reconstruyera
su Iglesia; que ha elegido un nombre nuevo como signo, quizás, de un nuevo
principio; que posee la perspectiva universal de la vida religiosa; que sabe lo
que es el carisma profético de los consagrados; que ha adquirido una buena
formación como jesuita que es; que procede de Argentina y rompe al fin con el
eurocentrismo; que sale al balcón rezando y rebosando sencillez; que se
presenta simplemente como obispo de Roma; que pide la bendición del pueblo…
He vuelto a rezar por nuestro hermano
Francisco y he vuelto a llorar al verlo… Porque, después de todo lo vivido hoy,
nadie puede negarme que es posible llorar de esperanza e ilusión.
Querido amigo, esta noche me voy a dormir con los ojos húmedos. Precioso...
ResponderEliminarQué bonitas palabras y qué ejemplo de familia.Como para no llorar...y unido a la elección de nuestro nuevo Papa, llevas razón en decir y expresar lo que sientes. A mí también me ha parecido una persona cercana, y en especial con el gesto que ha tenido al pedirnos su bendición, y al querer despedirse de todos los fieles con la sencillez que lo ha hecho. Creo que tiene mucho que hacer y que lo conseguirá. Recemos como ha pedido por él. TQ.Bss
ResponderEliminarQue bonito Felix, me encanta el dibujo de hoy, porque creo que refleja la esperanza que hoy, a todos, hemos sentido como entraba en nuestro corazón.Marisa
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