Estos días están siendo de un trabajo frenético, y de
muchos preparativos; no es para menos: mañana comenzamos una semana en la que celebramos
el Misterio…
Ese gran misterio del despojamiento de Dios, el
misterio de la propia encarnación… es la grandeza de un Dios que, por amor, se
hace pequeño y pobre, como nosotros para mostrarnos así, como en un espejo,
nuestra propia verdad, para que veamos quienes somos y quienes podemos llegar a
ser.
El misterio de una vida entregada, partida y repartida;
arrodillada ante el ser humano en un lavatorio de pasión.
El misterio de un Dios que se deja expulsar de la
tierra, que se pone completamente en nuestras manos aunque lo maltratemos y lo
asesinemos….la pobreza es también el misterio de la cruz.
Es el misterio de la misma resurrección de Jesús, el
de un Dios que muestra su grandeza en la misma debilidad humana.
Es el misterio que el Evangelio nos invita a vivir:
quien busca su vida la pierde pero el que la da la encuentra… solo si sabemos
encontrarnos en esa pobreza podremos saborear al máximo el amor de nuestro
Dios.
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