sábado, 16 de marzo de 2013

15 de marzo. ENTUSIASMADOS


 

No quiero ponerme pesado, nunca he sido muy “papista”, pero tengo que confesar que estoy entusiasmado con el Papa Francisco. Y creo que ¡no soy el único! tengo el Facebook repleto de enlaces y fotos que está compartiendo la gente; con cada nueva noticia que me llega, más perplejo me quedo, más orgulloso me siento y más se enciende mi ilusión…

Y no quiero lanzar las campanas al vuelo, que el servicio que se le ha encomendado al papa Francisco no es fácil, pero si desde el primer momento, me cautivaron  los gestos y la personalidad de este hombre, pero más aún, mucho más, lo que mis contactos –en esa red social y fuera de ella- me están transmitiendo: no sólo están contentos los de siempre; también me encuentro con el desconcierto de muchos que se preguntan ¿qué está pasando?; los que estaban insatisfechos se descubren, con sorpresa,  seducidos a sí mismos y vibrando emocionados; los desencantados, los que esperaban, los señalados empiezan a pensar que, igual ahora comienza a llegar los que tanto deseaban… unos tejen esperanzas, otros aprenden; a todos gusta esa sencillez, espiritualidad, austeridad y cercanía;  hay una satisfacción y una alegría generalizada y contagiosa a la que, yo, nunca antes había asistido.

Me parece mentira hasta a mí, pero esto que estamos viviendo, me ha arrancado de golpe del cansancio que venía arrastrando y me ha colmado de vitalidad y ganas; me devuelve al primer amor me hace pensar en que me tengo que exigir más, ¡qué puedo hacerlo!, me presenta, lleno de colores, el desafío de la vocación y del Reino.

Y me doy cuenta de la mucha falta que, algo así, nos hacía en la Iglesia: eso que nos aunara en la diversidad, que nos hiciera darnos cuenta de que, a pesar de las diferencias, en lo fundamental somos comunión; que reavivara las esperanzas; que nos hiciese a todos  sentirnos y sabernos reconocidos; que evidenciara la sorpresa que siempre es Dios y que esto no es sólo cosa de seres humanos; que rescatara esa convicción de que el futuro merece la pena y nos ayudara, a dejarnos de tanta tontería, para tener muy presente, siempre y ante todo, que es posible el Evangelio.

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