Esperar en Dios… ¿cómo esperamos y qué esperamos? No
es una espera entendida como una resignación pasiva, sino una esperanza
dinámica, que nos mueva a luchar, saber aguardar, a sacrificarnos, a salir
adelante… porque nuestra esperanza no es que Dios, por arte de magia, arregle
aquello que nos disgusta, arranque de nuestra vida la enfermedad o que las
soluciones a los problemas nos caigan del cielo.
Nuestra esperanza es que, con Él, podemos llegar a
dar sentido a aquello que no lo tenía, podamos encontrar luz en la más negra de
las oscuridades; que de su mano, el dolor no nos vence sino que al contrario,
nos hace crecer, más humanos, más hermanos y mejores…
Y no quiero que parezca que trivializo el
sufrimiento, las tremendas bofetadas que la vida nos da… pero, si queremos
desarrollarnos, si deseamos una felicidad completa, debemos tener en cuenta y
asumir esa fragilidad nuestra, la
fugacidad de nuestro paso por esta tierra, nuestro ser con los demás… que nos
hacemos falta unos a otros…nuestra identidad de criaturas en las manos amorosas
de su Dios… comprender con serenidad que, esos tiempos difíciles que nos alcanzan,
son también parte del camino hacia la felicidad, esa cruz es la puerta de la
vida y la resurrección…. La pequeñez, cuando nos encontramos desarmados,
incapaces, desvalidos… puede ser, también, un espacio privilegiado para encontrar
el rostro de Dios.
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