lunes, 18 de febrero de 2013

17 de febrero. ROBANDO EN MISA


 
 
 
Hoy ha entrado en la iglesia un individuo que ha robado a una chica del grupo de jóvenes durante la celebración de la eucaristía. Ha sido en plena consagración, cuando ella se ha arrodillado, el tipo también lo ha hecho en el banco de atrás, ha metido la mano en el bolsillo del abrigo que mi amiga había dejado sobre el asiento y, tras desvalijarla, se ha marchado pitando.

El suceso me ha llenado de indignación y rabia, no sólo por el móvil que se ha llevado sino por el lugar y el momento en el que lo ha hecho. Hacía unos minutos yo predicaba sobre las tentaciones, esa lucha que el bien y el mal libran permanente en nuestro interior o alrededor de todos nosotros y poco después ahí estaban: una joven buena, alegre y comprometida rezando mientras otro se aprovechaba de las circunstancias para robar y hacer daño… como evidenciando la realidad de la que nos hablaba el Evangelio.

Lo que ha pasado no sólo me ha despertado enfado, he de reconocer que también se han asomado a mi corazón los malos deseos, la violencia, la venganza… es lo que produce el mal, más y más mal en cadena.

Pero el Evangelio de hoy nos mostraba a Jesús, hombre como nosotros, que rompe esa funesta espiral al vencer sus propias tentaciones; nos hace comprender –ya desde el comienzo de su vida pública- que, aunque a veces nos cueste verlo, el triunfo es siempre de lo bueno; que será la resurrección y la vida las que ganen la partida a la muerte y el dolor… y lo hace aferrándose a la Palabra de Dios.

Lo perverso  está ahí, fruto posible de una insondable sucesión de infortunios, no lo podemos negar. Muchos piensan que Dios no dice ni hace nada frente a ello, y en parte es verdad: no actúa contra la maldad por encima de nuestra libertad, ni nos mutila ni aliena… pero, de ninguna manera permanece impasible; le duele más que a nosotros y sí tiene mucho que decir: nos ha enseñado a decir que no a la tentación, es el mejor modo de enfrentarse a la oscuridad: tratando de ser bien y vida para nosotros mismos y para los demás también, para todos los demás… incluidos los que nos hacen cosas malas.

1 comentario:

  1. Llevas razón, debió ser indignante y doloroso. ¿ Y qué se puede hacer?, pués como creyentes e intentando seguir a Jesús, perdonar y rogar porque el corazón de esa persona se conmueva y pueda reconocer su error para que su caminar le lleve al que Salva y Redime. Que Dios nos ayude para tener la generosidad necesaria.

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