Hoy en la catequesis de primera
comunión, y aunque es jueves, hemos estado explicando a los niños el sentido
del miércoles de ceniza y el tiempo de cuaresma que con él se inaugura. Nuestra
intención, este año, era que comprendieran que era una oportunidad para aprender
la compasión y se lo presentábamos desde la idea de “aprender a mirar con los
ojos del otro”. Teníamos la idea de enseñarles que, cuando nos ponemos en los
ojos de los demás podemos salir de
nosotros mismos y comprender lo que siente, las necesidades que tiene, los
dolores y las alegrías que albergan.
Y estábamos en ello cuando –como ocurre
con mucha frecuencia- han sido los niños los que han enriquecido nuestro
mensaje:
Uno de los catequistas preguntaba
“Si nos ponemos los ojos de nuestra madre, ¿qué vemos?” a lo que uno de los
críos ha respondido “¡pues el doble!”
Todos nos hemos reído con la
ocurrencia pero, si uno se para a pensar en ello, se da cuenta de la razón que
tenía. Si nos compadecemos del hermano, si “padecemos –con” él; al colocarnos en
su piel, no sólo podemos capacitarnos para relacionarnos más fraternalmente,
para ofrecerle lo que necesita; también nos enriquecemos a nosotros mismos
porque nuestra perspectiva se amplía, nuestro conocimiento en general se
multiplica y se desarrolla todo lo que somos… ¡y también sabemos lo que pasa si
algo se multiplica por cero!
Y por esa regla de tres, cuanto
más realicemos ese ejercicio, cuantas más sean las personas en cuyo lugar hemos
sabido posicionarnos; mejor lo comprenderemos todo, más cierto será el sentido
de nuestro vivir; más y más humanos seremos… ganaremos intimidad con Dios.
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