miércoles, 13 de febrero de 2013

12 de febrero. EL CUMPLE DE JEISSON


El día de hoy ha sido toda una sucesión de experiencias bonitas; conforme pasaban las horas, el tiempo no ha parado de regalarme con rostros y momentos completamente inmerecidos.

Pero de todo lo vivido hoy, ha sido el rato que he pasado a la hora de comer el que más he disfrutado. La novia de un joven amigo y feligrés, con motivo de su cumpleaños,  me invitaba a presentarme por sorpresa y compartir con ellos la mesa. Este joven es colombiano  y el primer halago que me ofrecían era ese, el considerarme a mí parte de esa pequeña familia de la que este chico se ha ido rodeando aquí.

Pero después también me ha resultado apasionante la compañía de la que he podido disfrutar: cinco personas de cinco países distintos, con diferentes lenguas, religiones y culturas.

Mira que uno es tímido, pero lo habían preparado todo con un mimo exquisito para que todos, en nuestra diversidad, nos sintiésemos a gusto.

Hemos hablado de muchas cosas, nos hemos interesado por la historia de cada uno, por nuestras costumbres, ritos y formas de ver la vida en un ambiente de cordialidad y totalmente fraterno.

Al terminarnos una exquisita colección de platos internacionales, me pedían que elevase una oración y, todos juntos, hemos elevado una acción de gracias al Dios común a todos… y yo volvía a mi convento completamente admirado ante la belleza del ser humano.

Cuando desde muchos lugares insisten en buscarnos enemigos; en presentarnos a las otras religiones, al distinto  como una amenaza; en levantar nuevos muros y fronteras… lo que yo he vivido hoy ha sido radicalmente otra cosa, ante mis ojos y mi corazón se ha hecho evidente que, cuando las personas se encuentran, más allá de que creamos en Dios, Alá o Yaveh; por encima de los pigmentos que decoran nuestra piel o del lugar en el que abrimos los ojos por primera vez; lo fácil, lo natural entre nosotros no es la incomprensión o la distancia, sino la risa; la palabra y el abrazo.

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