domingo, 10 de febrero de 2013

10 de febrero. EL QUE QUIERA PECES...


 

“hemos estado bregando toda la noche y no hemos cogido nada…” Decía Simón Pedro en el Evangelio de hoy.  Me resulta familiar esa sensación y, probablemente, no sea yo el único al que le suena eso de estar en medio de la noche; envuelto en frío y oscuridad; con la impresión de que todo lo que te esfuerzas, lo que intentas, lo que das y lo que vives no sirve para nada, es inútil, no da fruto…

“…pero, por tu Palabra, volveré a echar las redes” y entonces sí, junto a Jesús las redes acaban rebosantes, los frutos nos sobrecogen a nosotros mismos; la vida se hace auténtica y plena. Es el mismo trabajo e idéntico el esfuerzo, pero muy diferente el motor… y eso también lo conozco, sé bien como es.

Cuando la tiniebla nos envuelve, perdemos la perspectiva y la respuesta más habitual es buscar culpables, encontrar a alguien o algo sobre lo que cargar la responsabilidad: es que fulano me ha hecho esto; mengano me ha defraudado; me ha sucedido esto o el mundo es un una porquería… puede que en algunos casos llevemos razón, pero eso tampoco nos soluciona nada.

Igual es que somos nosotros los que nos hemos alejado de su Palabra; puede que estemos demasiado a la orilla, donde hacemos pie, permanecemos próximos a la tierra firme, conocida y nos sentimos más seguros…

A lo mejor, la mejor actitud frente a las sombras –cualesquiera que sean- es acudir al Evangelio, revisar en cuál de sus aspectos nos hemos enfriado y remar mar adentro, profundizar en la realidad del mundo, de los otros y de un mismo; no quedarnos en lo superficial para penetrar en la profundidad y el Misterio, donde sólo en Dios podemos poner nuestra confianza… dejar atrás esa costa del “ir tirando” que sólo nos ofrece mediocridad y un sucedáneo de existencia,  para adentrarnos en la inmensidad del océano, donde está la plenitud, la Verdad y la auténtica Vida.

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