No he podido ir a conocer a mi recién nacido amigo, pero he pensado mucho en él a lo largo del día; en la vida que estalla y no se detiene.
Y la VIDA está ahí, a mi lado, siempre: en los seres queridos, en las personas que luchan por mantenerse en la fe a pesar de los escándalos de la humanidad y de nuestras miserias como Iglesia; en quienes se enfrentan cada día a la vida tratando de hacer de este mundo un sitio mejor; en las madres y en los padres, que buscan constantemente la mejor forma de educar a sus hijos en el amor; en los abuelos, que renuncian al descanso para volver a hacer de padres; en los hijos que despiertan poco a poco a lo que son; en los que afrontan enfermedades, dolor, injusticias, muerte; en quienes no se rinden para llegar a fin de mes… en los que entregan la vida por amor.
Está ahí, desde luego que sí, pero a veces no nos damos cuenta; como aquellos amigos que se escapaban a Emaús; que habían tenido noticia de la resurrección, que caminan junto a Jesús y no lo reconocen, que hasta le preguntan ¡a Él! Si es que es el único que no se ha enterado de lo que le había pasado…
Y es precisamente ese pasaje del camino a Emaús, uno de los que mejor nos enseñan cómo abrir los ojos, el modo de saborear esa VIDA invencible que se nos regala y que tenemos justo al lado. Desde la contemplación de la propia historia, de nuestras experiencias personales; dejando que la Palabra nos ilumine; celebrando y compartiendo con la comunidad; dándose y partiéndose en vivir y anunciar que Cristo vive es como dejamos que Dios fluya a raudales por nuestros días.
Ahí está, lo acojamos no, ahí seguirá estando; vivo, alegre, vibrante, amando, y nada ni nadie lo puede detener. Una vida que mata a la muerte; la bondad que daña fatalmente al mal; la libertad infinita que encadena los grilletes de todos los tobillos; la justicia que restituye a cualquier víctima de la historia… la humanidad en estado puro, que expulsa para siempre de esta tierra a todo lo trató de aniquilarla. Está aquí, nos ama, nos hace eternos e invencibles en ese amor… si nosotros queremos… si dejamos que arda nuestro corazón...
Termino haciendo nuestro este fragmento de un texto que me enviaban ayer y que me encantó:
"Esto ya no hay quien lo pare, lo de Jesús va a estar vigente por siglos, a pesar de las religiones y sus jefes, a pesar de las inquisiciones y dictaduras, a pesar de las personas descorazonadas o descerebradas, a pesar de los pesares, lo de Él prevalecerá (Mt 16,18), que es más fuerte que la muerte el amor de este amor mío...” (Cant. 8,6)". –de un relato de Joan Masià -
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