lunes, 2 de mayo de 2011

1 Mayo. CREER PARA VER

Hoy han coincidido muchas cosas sugerentes: el día de los trabajadores, el de la madre; la liturgia nos hablaba del papel de la comunidad…
Motivos que me hablan de personas amadas, de causas  que me inspiran, de una historia y un futuro compartido…. No quería dejarme ninguno de ellos en el tintero y, por eso, he decidido dibujar a María. Ella, en su amor y  su presencia constante, es la representación de mi madre, de todas las madres; también encontramos en ella a una mujer trabajadora, que lucha ante los poderes de este mundo por salir adelante y por la dignidad de los suyos; por último, es la madre de la Iglesia, de la comunidad en la que ha florecido nuestra fe, en la que se desarrolla y con la que crecerá mañana.

En este tiempo de Pascua la he querido representar como testigo de la resurrección. Es verdad que, en ningún pasaje evangélico se narra este encuentro; el de la Madre con el hijo que vive para siempre, pero eso no significa que éste no se diera; todo lo contrario, María tuvo que ser el testigo más privilegiado del triunfo de Cristo sobre la muerte y el mal.
No sé la razón por la que no se cuenta nada de ese encuentro; puede que el de María pudiese parecer un testimonio poco “objetivo”… no sé, pero lo cierto es que la virgen siempre aparece en el Evangelio como la primera seguidora de Jesús; lógicamente, mantuvo una relación especial con el Señor; también con el Padre existía un vínculo de confianza y amor extraordinario; ella permanece fiel hasta el final en la cruz… quizás también fue  particular su experiencia de la resurrección.
Se me ocurre que puede ser que María esté presente en todas y cada una de las vivencias pascuales, porque siempre son experiencias de la comunidad cristiana de la que ella es el corazón.
Pienso también que la cruz y la muerte tampoco pudieron acabar con la confianza de María; que a pesar de todo el dolor  que la desgarró, ella seguiría esperando en el Dios que la cautivó de niña.
 Por todo ello, María aparece con la Palabra en las manos, contemplando. Sonríe, sin necesidad de que sus ojos se encuentren con el resucitado, porque ella sabe que está ahí, vivo, junto a ella.
“Dichosos los que creen sin haber visto” decía hoy el evangelio; estoy seguro de que María fue de las que tuvo que participar de esa felicidad.
Y así, a lo tonto, elucubrando “en voz alta”, me doy cuenta de que María de Nazaret nos ofrece una perspectiva importante de la Pascua a todos nosotros, los hombres y mujeres de hoy. Nos invita a no caer en la incredulidad de Tomás, a no necesitar pruebas, tocar, ver; ella nos muestra que,  para creer en el Resucitado, no es eso lo principal, sino la experiencia, la vida, la confianza, el amor…
Quien ha ido guardando en el corazón cada acontecimiento, cada maravilla, cada dolor; lo ha dejado iluminar por la Escritura y la Oración; quien lo ha arriesgado y ofrecido todo… no necesita demostraciones, no le hace falta nada más para saber que Dios, el amor, la bondad siempre ganan la partida.
Al fondo del dibujo, florecen unos vegetales con sus frutos, símbolo de la vida que puede con todo... ese es el reto, releer la propia historia, encontrar en ella la huella de Dios, rezarla, celebrarla, anunciarla con todo lo que somos y dejar que los ojos se nos abran a esa Vida Todopoderosa que estalla a nuestro alrededor, que está aquí mismo, en el centro de nuestra existencia.

1 comentario:

  1. Como madre que soy,realmente es increíble le fé de María,para dejar y soportar todo lo que su hijo pasó.Una se pone en su lugar y se lo pregunta¿soportarías ver en tu hijo ,lo que le hicieron a Jesús? y te diría que no.Es digna de admiración y creo que el pilar fundamental de nuestra salvación,porque si Ella no hubiese creído tan firmemente en Dios....

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