martes, 31 de mayo de 2011

31 de mayo. NI FÚ NI FÁ, FE

Si me preguntaran que cual es el colectivo más olvidado de nuestra sociedad no sabría decantarme por uno, la verdad es que son muchos y todos están tan apartados, como aparentando que no existen…
Esta mañana la he pasado entera cerca de uno de esos grupos de personas y además de haber pasado unas horas preciosas, me ha dado mucho que pensar, me ha cuestionado profundamente en mis planteamientos de vida y evangelio.
Después ha llegado la tarde, he ido a un colegio a celebrar por primera vez el sacramento de la reconciliación con los niños que van a recibir su primera comunión,  a pesar de los calores, había mucha gente y lo hemos hecho en dos turnos.
¡Cómo me gusta trabajar con los niños!, venían nerviositos perdidos y yo les gastaba bromas para relajarlos y que comprendiesen que no había que asustarse, que todo lo contrario, que tenían que estar alegres porque la reconciliación es como volver a una fiesta grande a la que no habíamos podido llegar porque nos habíamos equivocado de camino.
Dos realidades muy diferentes, la de la exclusión por la mañana y luego hablarles a los chavales (que gracias a Dios ya no son los últimos de la sociedad como lo eran en tiempos de Jesús) de la alegría y de la fiesta de Dios.
He tenido que salir corriendo del colegio (como siempre) porque no llegaba a la misa de ocho en la parroquia, y mientras tanto, pensaba en eso, en la forma de articular las dos cosas, la alegría profunda en el Señor y las innumerables situaciones de injusticia y dolor en las que están inmersas los seres humanos.
Y cuando llego a casa y me dispongo a preparar la eucaristía, caigo en la cuenta de que hoy celebrábamos la visitación de María a Isabel y que, en el Evangelio de hoy, se nos regalaba el Magnificat: cántico de alegría y solidaridad.
La alegría desbordante de dos mujeres que se encuentran; María reconoce su propia insignificancia ante la inmensidad de su creador y, desde ahí las obras grandes que, en su historia, hace Dios por su misericordia. Así comprende, proclama, y reitera su disposición a ponerse al servicio de su proyecto, precisamente el del Reinado donde los pequeños, los apestados y los arrinconados son los primeros.

Esa es la fuente de la verdadera alegría, la fiesta de la que les hablaba esta tarde a los niños, la de saber que Dios no deja las cosas como están, que Él toma partido, apuesta por ellos preferentemente y que ya están por encima de los ricos y famosos.
Es asombroso cómo el Señor nos va dando las respuestas cuando sabemos escuchar y estar atentos. Ahora mi alegría tiene más fundamento y me desafía con más intensidad…. Si la deseamos, si no queremos perderla hay que tomar partido también, como María.

lunes, 30 de mayo de 2011

30 de mayo. ¿AYUDARME TÚ?

Me cuestiona una barbaridad el que, por ejemplo, se me acerque una persona y me diga que la he ayudado con un problema, que le he ofrecido las claves que necesitaba para resolver su situación; o que les he transmitido paz en una celebración: cuando yo sé lo perdido e incapaz que me sentía en aquella conversación o lo nervioso que me encontraba en esos momentos… ¿cómo he podido ser luz o serenidad para nadie si yo mismo me he reconocido lleno de desconocimiento e intranquilidad? hasta ahora he pensado que estaba claro, que no era yo, no podía ser yo… sin dudarlo era el mismo Dios, que gracias a la fe de las personas era capaz de llegar hasta ellas.
Pero hoy he estado pensando de nuevo sobre esto y desde ahí encontraba una nueva perspectiva en el signo de la multiplicación de los panes y los peces.
Todo ha empezado esta tarde, me he encontrado con un niño de la parroquia por la calle, acaba de hacer la comunión y tiene mucho desparpajo. Yo iba rápido, pensando en todo lo que tengo por hacer y casi no lo había visto, entonces él me ha saludado y me ha preguntado que a dónde iba con tantas prisas; yo le he contestado que me iba a casa, que tenía mucho trabajo pendiente y el, sin pensárselo dos veces, me ha dicho que no me preocupara por eso, que si lo necesitaba, él me ayudaría.
En principio me ha hecho mucha gracia el ofrecimiento, era ridículo pensar en aquél chavalín ayudándome con las tareas de teología en las que estoy metido, o con las ilustraciones que tengo pendientes… pero después, y pensándolo bien, he caído en la cuenta de que el niño ya me había prestado su ayuda al pararse conmigo y hacerme reír; al regalarme su ilusión y espontaneidad.

Así me he acordado de ese otro niño del Evangelio que tampoco pensó en lo ridículo que era ofrecer lo poquito que tenía para alimentar a miles de personas. No le detuvo en su generosidad su propia escasez, lo que tenía lo puso en manos de Dios ¡y se realizó el milagro!
Precisamente eso es lo que hacemos también en cada eucaristía, poner nuestras vidas ante Él y dejar que lo multiplique, lo absolutice en Pan de Vida y bebida de Salvación.
Y supongo que también eso es lo que ocurre en lo cotidiano, que nosotros ponemos en juego lo mucho o lo poco que tenemos y Dios saca paz del nerviosismo o claridad de la duda… ayuda al otro.
Así que, no sé, puede que eso también sea aplicable en otros muchos momentos, cuando contemplamos el dolor o la injustica del mundo y nos sentimos incapaces, insignificantes, desbordados ante la inmensidad  de lo que nuestros hermanos necesitan o incluso nosotros mismos. Puede ser que sea así como funcione esto del Reino, de antemano no podemos cambiar ni hacer nada, eso está claro; como evidente era que con los pocos peces y panes de aquél chiquillo era imposible alimentar a la multitud; seguramente no debemos pensar en ello, en el resultado o en que somos nosotros los que tengamos que hacerlo… ante el sufrimiento de un ser humano, frente a todo lo que tiene que ser transformado en el mundo o en nuestro interior, no es cuestión de ponerse especular o a hacer cálculos, sino sencillamente actuar,  entregarse, ofrecer todo lo mucho o poco que se pueda y ya está… ponerlo en manos del Señor Jesús y confiar…

29 de Mayo. TENER RAZÓN

Por fin ha terminado este fin de semana intenso y frenético, puf! Cuantas cosas, qué cantidad de sentimientos, cuanta vida.
Hoy, en la segunda lectura se nos invitaba a estar siempre dispuestos para dar razón de nuestra esperanza.
Normalmente no nos detenemos a pensar en ello, a cuestionarnos acerca de lo que creemos y por qué; sobre lo que esperamos y cómo lo hacemos… no es difícil encontrarse con personas muy preparadas y formadas en muchos ámbitos de la vida pero que, en el terreno de la fe, tienen grandes lagunas.
Es como si viviésemos nuestro seguimiento del Señor con todo el corazón y las entrañas, pero después dejásemos fuera nuestra inteligencia.
Y el amor también es cuestión de cabeza, sólo si nos entregamos a Él con la totalidad de lo que somos, éste puede desarrollarse y crecer; tenemos que creer también con la razón.
También nos hace falta para poder  presentarlo y compartirlo a los demás; no vale decir “yo lo siento así”, “es algo que no se puede explicar”. Es cierto que la fe es una experiencia personal, que la primera predicación la mostramos con la propia vida; pero no es menos verdad que, a la hora de anunciar la Buena Noticia, es preciso –y quizá hoy más que nunca- saber ofrecer argumentos serios y creíbles.







 















Es muy saludable y bonito, ejercitar nuestra mente en relación con Dios; ponerle palabras y racionalizar lo que Él es en nuestras vidas. Yo no quiero chafarle esta apasionante tarea a nadie, pero esta noche no me resisto a comunicar la reflexión que, al respecto, me suscita este fin de semana.
Después de tanto y tan bueno como he vivido estos días: gentes de otras tierras que, casi sin conocerme me regalan su cariño; acompañar los descubrimientos y los logros de niños y jóvenes; presenciar las luchas de los más mayores por alimentar su esperanza; celebrar amores eternos; dar lo que no tengo y mil cosas más; y teniendo en cuenta lo poca cosa que soy, mis debilidades o mi inseguridad… sólo puedo concluir que no estamos solos; que con nosotros hay alguien tremendo; que interviene y actúa en nuestra pobreza, transformándonos y arrasando con toda nuestra finitud; ensanchando nuestros horizontes y capacidad de ser y vivir.
Puede que la invitación que la carta del apóstol Pedro nos lanzaba desde la liturgia de hoy nos pueda parecer difícil en un principio, pero en realidad no lo es; si nos damos cuenta ¡nos  sobran las razones!.

domingo, 29 de mayo de 2011

28 de mayo ¿ME MATO?

Verdaderamente hay días en los que ni yo mismo me explico cómo consigo llegar vivo hasta la noche. Hoy he salido de casa a las ocho de la mañana y no he vuelto a mi habitación hasta las ocho de la tarde, un ratillo para ducharme y volver a la carga.
Al principio de la mañana, recogía a mis padres para ir a una primera comunión, en un momento de la ceremonia han dicho “sólo el que ama puede ser feliz”… toma ya!!!  Menuda frasecita, aún a estas horas la sigo rumiando.
Por otro lado el niño que hoy recibía por primera vez el cuerpo y la sangre de Cristo. Para mí, ha sido muy cuestionadora la forma en la que lo ha vivido todo desde hace meses, la sencillez y la autenticidad de un chaval que, a su corta edad, estaba sólo preocupado de estar bien preparado para ese momento; que no mostraba ningún interés por toda la parafernalia periférica; que estaba nervioso por el encuentro que se avecinaba.
Hay que reconocer que hay personas que, desde muy pequeñas, muestran una especial sensibilidad para las cosas de Dios… y eso me fascina…
De allí he salido corriendo para una boda. Se casaba un miembro de una familia que quiero y admiro. Casi lloro en la ceremonia (quien haya leído algunas entradas más de este blog, ya irá dándose cuenta de que soy de los de la lágrima fácil) con lo que se respiraba y se oía en esa unión.
He tenido el privilegio de ser testigo de un momento importante en la vida de una “tribu” llena de personas muy hermosas… y eso me sobrecoge…
Empezaba la tarde con una reunión con los dominicos seglares. Hemos conversado sobre la predicación, a partir de algunas citas de la filosofía, la teología y la literatura, que uno de los hermanos nos exponía magistralmente; se ponían sobre la mesa las experiencias de cada uno, desde las diferentes edades y situaciones… una de las hermosas conclusiones que sacábamos era que Dios es el predicador con mayúsculas; que es capaz de valerse de nuestra incapacidad para hacer llegar su amor a la humanidad y que, así, podemos dar hasta lo que no tenemos.
Tarde de fraternidad, de estudio, de contemplación, verdad y misericordia… tarde dominicana… y eso me enorgullece.
Cuando mis hermanos se marchaban, llegaban los jóvenes de confirmación; con sus problemas, sus deseos, sus impulsos e inseguridades. Y, de nuevo, yo con ellos, dejándome querer, disfrutando con la frescura de su sed… y eso me esperanza…
Al terminar el día, me doy cuenta de que se me ha encogido el corazón,  se me ha ensanchado la mente, se me ha elevado el alma y robustecido mi voluntad; que mis horas han estado llenas de niños, jóvenes, adultos, ancianos…. que, gracias a todos ellos, ha pasado por mí la fascinación ante el misterio de Dios, me ha sobrecogido la grandeza de su amor, me ha enorgullecido mi debilidad y su misericordia, me ha esperanzado el mañana y la humanidad.

Y ahora veo con facilidad cual es la respuesta a la pregunta con la que abría estas líneas.
¿Qué cómo puedo llegar vivo al final de la jornada? Pues porque tengo la suerte de que me apasiona todo lo que hago, que para eso me hice fraile; porque por mucho calor que he pasado, por más que me duelan los pies, por agotado que esté… lo único que he hecho, es recibir vida en abundancia por todas partes.
Me acuesto molido, pero vivo, más vivo de lo que me levanté.


viernes, 27 de mayo de 2011

27 de mayo. ABRID LAS PUERTAS

Se acerca el momento de concluir una etapa de mi vida en cuanto a la formación académica y, por tanto, también el tiempo de apostar por el siguiente paso. ¡Cada vez que pienso en ello se me hace un nudo en el estómago!
Ya lo vivo con más paz, con mayor confianza en que Dios guía mi camino, pero el que ahora sea capaz de superar el miedo, no supone que éste deje de amenazarme.
Tengo una anécdota muy simpática con una chica que, cuando aún era una niña pequeña, le daba miedo pasar sola por la Iglesia vacía. ¿Por qué te asustas? Le pregunté yo; estás en una Iglesia, aquí no te puede pasar nada malo.
-.“Tengo miedo de que se me aparezca Jesús, la virgen, o algún Santo”, me respondió ella.
-. “Pero, si se te apareciera alguno de ellos, sería una alegría ¿no?”, contesté.
Fue entonces cuando llegó la sorpresa, esas cosas que los niños dicen con toda la ingenuidad del mundo, pero que van cargadas de gran verdad:
-. “Sí, claro, mucha alegría, pero ¡¿tú sabes lo que eso te cambia la vida?!
¡¡Toma ya!! Jajajaja… pues sí es verdad, que te la cambia… me quedé sin palabras, pero bien podía haberle dicho, que tenía razón en tener miedo, jejejeje.
El miedo es uno de los mayores enemigos que podemos encontrarnos,  es algo muy lógico y muy humano  ante lo nuevo, y el Evangelio es siempre la mayor novedad que podemos encontrar, por eso da miedo…
El temor está muy presente hoy en nuestro mundo, los políticos recortan seguridades con esa excusa,  renacen movimientos de rechazo a los distintos, nos gastamos grandes cantidades de dinero buscando seguridad… nos asusta la delincuencia, el terrorismo, el fin del mundo, la precariedad….
También lo vemos muy claramente en la Iglesia, como no podía ser de otra forma, pues está compuesta por personas que viven en esa sociedad y en este mundo…
Todo esto me lleva a recordar que se va aproximando la fiesta de pentecostés, me hace pensar en aquella primera comunidad y en su miedo:  estaba encerrada en una casa, cuando era  más jovencillo me imaginaba este momento como una reclusión física, todos escondidos juntos con las puertas y las ventanas cerradas y haciendo turnos para ver quien se arriesgaba a salir a comprar el pan… pero seguramente, la imagen neo-testamentaria  nos quiere describir de esta forma tan gráfica una realidad mucho más amplia: la situación de una comunidad que, asustada, siente recelo de todo lo exterior, se siente perseguida y  triste  y angustiada, se encierra sobre sí misma,  acaba anquilosada, compadeciéndose y mirándose el ombligo.
Pero esa comunidad asustada descubre en su seno la presencia del Resucitado, sabe reconocerlo en el sufrimiento, en las heridas, por las llagas de la comunidad y de los hermanos y cuando se abren los ojos a esa presencia es cuando se hacen presentes también tres cosas: la verdadera Paz  y la auténtica Alegría en la comunidad y por otro lado la urgencia de la misión encomendada por Jesucristo: enviados como Él a predicar la buena noticia y a ser constructores de la Paz y de la reconciliación. ¡Casi nada!
Algún día le explicare a aquella niña, que aunque ya es una mujercita aún tiene miedo de recorrer el templo en soledad, que es verdad, que Dios nos cambia la vida; que es humano sentir vértigo, pero que SIEMPRE MERECE LA ALEGRÍA.
Que Él cambia nuestra mediocridad en plenitud, que rescata y satisface nuestros anhelos más profundos, que nos transforma en grandes y felices.
Dios, en todo su amor, sabe de nuestra debilidad, sabe que creemos que nuestras vocaciones nos vienen muy grandes, que tenemos miedo y en ese amor infinito nos entrega su espíritu. Sólo con Él podemos cumplir lo que Dios sueña para cada uno de nosotros y para la Iglesia. Ya falta poco para celebrarlo, ¡que nos alcance preparados!

26 de mayo. LA QUE NOS ESPERA

Esta mañana recogía el fruto de un trabajo que traigo a cuestas desde hace mucho tiempo. Me lo han encuadernado unos grandes amigos con todo el mimo y detalle del mundo, y me descubría a mí mismo en una de esas situaciones que una hermana mía llama “momentos video-clip”. Iba yo por la calle, con mi trabajo en los brazos, satisfecho, contento, ilusionado, como esos instantes tuviesen banda sonora… deseando llegar a casa y enseñarlo, compartirlo.
Lo mismo se repetía por la tarde, hemos celebrado una eucaristía íntima con los niños que este año han recibido su primera comunión. Yo les iba explicando cada parte de la liturgia, su lógica, su significado y ellos, aunque casi hemos estado una hora con la ceremonia, se han portado genial, han estado atentos y muy participativos, con lo que la misa ha resultado preciosa y nos ha hecho disfrutar como monos a todo el equipo de catequesis.

En los dos casos saboreábamos el resultado de la responsabilidad realizada y ¡qué a gusto se siente uno! Pocas cosas hay como esa sensación, la de haber superado las dificultades (de dentro y de fuera), saber que has puesto todo el corazón en algo y poder ver el resultado.
En la vida no siempre ocurre así, y en las cosas del Evangelio menos aún; porque eso ya es cuestión de Dios, por eso días como el de hoy son un lujo ante el que uno se debe detener para agradecerlo y saborearlo bien.
El otro día, con el grupo de jóvenes, alguien dijo algo que me produjo una honda sensación. Preparábamos las lecturas del próximo domingo, así que hablábamos de la fe y de si servía para algo o no, de lo que nos aportaba en la vida… tratando de racionalizar las razones de nuestra esperanza. En ese contexto se dijo que, si habíamos vivido  ciertas cosas (como  la confianza, el sabernos capaces, plenos, con sentido…) aunque fuese en momentos puntuales o en pequeñas dosis, esa experiencia era un motivo para estar convencidos de que también las podíamos tener y gozar a lo grande, en su totalidad.
Me pareció una gran reflexión que, unida a lo de hoy, me motiva enormemente en mi decisión de no consentir que la rutina o la dejadez invadan mis días;  de no abandonarme a las costumbre, a lo sabido; en no dejar de imaginar, reflexionar, buscar alternativas y metas, ilusionarme; en luchar por seguir corriendo siempre la carrera … en dejarme hacer por Dios.
Todo lo bueno que vivo y siento, las satisfacciones, el amor, la pasión, el estremecimiento que Dios me crea, mañana será aún mayor, que, como dice el Evangelio, prodigios mayores nos quedan por ver; lo mejor aún está por llegar.

jueves, 26 de mayo de 2011

25 de mayo. Y SIN EMBARGO, TE QUIERO

Suelo hablar mucho del amor, tanto que a veces pienso que mis palabras o convicciones pueden resultar un poco cursis. No sé por qué pero solemos tener una idea demasiado edulcorada y rosita de este sentimiento, cuando, en realidad no tiene nada de eso.
Últimamente, ya lo he comentado, me encuentro con diferentes circunstancias en las que a la gente les cuesta amar… conflictos matrimoniales; personas que no se tragan pero deben compartir trabajos y vocaciones; amigos que se distancian; decepciones…
Verdaderamente, esto del amor  no es tan fácil como podemos pensar; inevitablemente llegan momentos y circunstancias que lo dificultan enormemente. El Evangelio no nos engaña y nos advierte sobre todo aquello que lo obstaculiza;  pero precisamente, es en esos momentos cuando el amor se pone a prueba: si sólo amamos cuando nos aman, cuando todo va bien, cuando no hay problemas… ¿qué merito tenemos?
El auténtico amor se conquista justo ahí, cuando el amigo no da la talla; cuando los problemas nos desquician; en los aprietos; cuando nos sentimos heridos;  con el que no podemos soportar o nos repugna.
Entonces es cuando nos tenemos que trabajar el amor, porque –aunque lo más sencillo es tirar balones fuera y colocarle al otro todo el error- generalmente la verdadera responsabilidad está dentro de nosotros mismos.
Si profundizamos un poco acabamos dándonos cuenta de que, en esos baches, suele haber mucho de nuestras propias limitaciones: deficiencias en la comunicación, carencias que proyectamos hacia los demás, envidias, miedos, inseguridades… piedras que son las que endurecen nuestro corazón y de las que, sólo nosotros, podemos ocuparnos.
Cuando nos empeñamos en culpar a los demás, le cerramos la puerta al amor y traicionamos al Evangelio. Vivimos de sucedáneos y creemos que amamos cuando, en realidad tenemos “un corazón de piedra”.

El amor, cuando es sincero,  es valentía, humildad, coraje, apuesta, lucha, constancia, imaginación, riesgo, opción, generosidad, dolor, pasión, renuncia… mil cosas que no son nada ingenuas o dulzonas; que son costosas y tan reales como la vida misma; que tienen mucho que ver con la aceptación de la propia verdad.
En Jesús de Nazaret, modelo de ser humano, encontramos cual nuestra verdad más íntima y todo lo que nos hace falta para quererla, para dejar que se desarrolle; lo que necesitamos para poder amar siempre y con autenticidad.

miércoles, 25 de mayo de 2011

24 de mayo. ¿A QUÉ HUELE LA FELICIDAD?

Hoy los dominicos hemos celebrado el día de la Traslación de nuestro padre Santo Domingo. Es una de esas cosas, que me mueven por dentro, que bastan para alegrarme el día inevitablemente.
Después de la eucaristía de la mañana, he salido a comprar unos bollitos para desayunar, que la ocasión se merecía ese lujillo, y me sentía contento, muy contento.
No se trata únicamente de festejar la propia identidad, el “orgullo dominicano” que supongo que también; tampoco es sólo el que se evidencie nuestra fraternidad cuando recibes felicitaciones de los hermanos y hermanas de todas partes… creo que lo que me alegra más profundamente, en realidad, es la propia figura de nuestro fundador.
Cuando Domingo de Guzmán murió fue enterrado, según su deseo, en una tumba sencilla, en el suelo del claustro, a los pies de sus hermanos. Allí permaneció su cuerpo hasta que, los frailes fueron convencidos de que había que buscarle un lugar más adecuado. Ese acontecimiento es lo que recordamos hoy; dicen las crónicas que al descubrir la tumba, los frailes estaban temerosos ante la posibilidad de encontrarse con la corrupción del cuerpo del querido hermano, pero no fue así sino que este desprendió una dulce fragancia que embriagó a todos los presentes y se mantuvo durante mucho tiempo. El aroma de la santidad, de una vida llena de humanidad y de Dios.

La existencia de un hombre que no deja de maravillarme: en manos de Dios, fue capaz de una escalofriante visión de futuro y plantear alternativas; de replantear, renovar y enriquecer la vida eclesial; de acercarse íntimamente al corazón de las personas; de llevar al mundo, de forma significativa, la Palabra… de lograr que su fuego lo incendiara todo.
La figura de Santo Domingo aún continua perfumando a la Iglesia, sigue oliendo a tradición y modernidad, diálogo y participación, a libertad, pluralidad y comunión; a cercanía, a misericordia, compasión… a contemplación, a entrega y fraternidad; a Evangelio y a razón, a preguntas y a caminos; a búsquedas y tensión; bendición y alabanza…
Es la esencia que un buen día percibió mi olfato, la que mi nariz identificó con mi experiencia de Dios, la que me sedujo y enamora cada día más.
El perfume de tantos hermanos y hermanas, el de muchos siglos de historia, el del presente, el del mañana; la frescura  de la pasión que llegó a mi vida; de infinitas vivencias; de aprendizaje, caídas y crecimientos… de la entrega total y definitiva.
Si me preguntaran que a qué huele la felicidad, yo lo tengo claro: me huele a Evangelio y a Domingo de Guzmán.

martes, 24 de mayo de 2011

23 de mayo. NO SER BESUGOS

La Palabra de Dios, en particular la que la liturgia nos regala en la eucaristía diaria, no deja de resultarme una impresionante fuente de luz e inspiración.
Hoy, la primera lectura nos narraba las experiencias de Pablo y Bernabé, que tienen que salir pitando de un lugar donde empezaron a encontrar hostilidades y persecución… en esto que llegan a otra ciudad donde encuentran a una persona que acoge el mensaje y, por su fe, encuentra la curación y se yergue, recuperando también su dignidad, y resulta que aquí, a causa del milagro, ¡los toman por Dioses! y pretenden adorarlos, ofrecerles sacrificios.
Dos extremos, la cerrazón y  el personalismo, pero en el centro del relato el ser humano en su plenitud, como Dios quiere.
Después resonaba con fuerza el salmo responsorial: “No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria”
A lo largo de toda la jornada he estado saboreando estas palabras, tratando de extraerles todo el jugo posible y llevarlas a la vida. Pensaba en la cantidad de veces, que incluso sin darnos cuenta, nos predicamos a nosotros mismos –a nivel personal o como Iglesia- en lugar del Evangelio; en cómo nos movemos de un lado al otro del espectro, sintiéndonos incomprendidos o acosados en unos momentos y reconocidos o honrados en otros por nuestra fe; en las acciones con las que nos cerramos a Dios o al hermano y en las que, en el fondo, buscamos sólo nuestro propio interés…
Desde esta perspectiva, he sido especialmente sensible a algunas situaciones de mal entendidos que me han compartido hoy. Es como si, al comunicarnos, todo estuviese filtrado por nuestros prejuicios o los planteamientos personales; oímos lo que el otro dice y, a veces, comprendemos algo que nada o muy poco tiene que ver con lo que nos han expresado y, entonces, ya la hemos liado.
Tres cuartos de lo mismo nos ocurre con Dios, lo que explica que podamos llegar a tener imágenes tan distorsionadas de Él o del Evangelio…
La Palabra de Dios, hoy nos recordaba que la brújula de nuestro camino es el ser humano, su dignidad; la propia y la del otro… mientras eso se mantenga en el centro de nuestra búsqueda cotidiana, tendremos la certeza de saber que no nos buscamos a nosotros mismos o la propia gloria; que el miedo no dirige nuestros pasos… podremos saber que recorremos los caminos de Dios.

Por eso mi dibujo de esta noche es un predicador. La posición de su mano proyecta la voz, como actitud de quien anuncia, una proclamación del Amor de Dios, de la Escritura, del valor y las posibilidades de la creación y el ser humano; pero también está cerca de la oreja, como tratando de agudizar el oído.
Porque predicar y vivir el Evangelio no es un camino unidireccional, ni parte de mi yo; exige escucha y dialogo con ese corazón infinito del Padre; con la Escritura que nos interpela y desafía; atención a lo que pasa en este mundo, a nuestro alrededor y a las personas, al distinto, al que sufre, al olvidado…
No a nosotros, Señor… no a nosotros…

lunes, 23 de mayo de 2011

22 de mayo. ERES UN XXXXXX Y UN XXXXXX

Lo de esta mañana ha sido muy fuerte. Por fin hemos acabado con las primeras comuniones en la parroquia…me resulta triste expresarlo así, pero creo que ese es el auténtico sentir de la comunidad y los catequistas.
Se nos llena la Iglesia de gente, que no sabe qué hacen allí y, lo peor, que no saben respetar ni la fe de los otros ni el ámbito en el que están. Desde hace un año, en estas celebraciones me toca hacer de “poli malo”: me tengo que quedar –con mi hábito puesto- entre la gente, para tratar de mantener entre ellos un poquito el ambiente celebrativo y unos mínimos de educación.
Si tenemos en cuenta mi timidez y mi carácter, es fácil entender lo difícil que me resulta tener que estar llamándole la atención al personal… intento hacerlo con simpatía y cariño.
Pues bien, esta mañana, en medio de la eucaristía me han insultado ¡dos veces! Y además nos han acusado de querer hacer negocio a costa de los chavales que recibían la primera comunión.
Qué violencia interior me ha generado esa parejita, que malestar tan grande…. Aunque, por supuesto, en ese momento no les he querido decir nada ¡estábamos en medio de la misa!
Lo que más me ha dolido no han sido los insultos, no es la primera ni la última vez que alguien trata de ofenderme… además reconozco que los adjetivos que me han regalado no iban muy descaminados (digamos que eran sinónimos de tonto y poco espabilado…jejejeje)
Lo peor ha sido lo injusto de todo el comentario… el atrevimiento de la ignorancia.
Pretender que sacábamos dinero con algo en lo que un grupo de personas de la comunidad parroquial lleva dos años trabajando desinteresadamente, privándose de esos ratos semanales con la familia para intentar transmitir a unos niños los valores del evangelio; de una celebración que hemos preparado con todo el cariño, que nos ocupa toda la mañana del domingo, que nos cuesta dinero en luces, limpieza, flores… y muchos recursos humanos, ¡es tan profundamente torcido!
Al final no solo te encuentras con que pocos reconocen toda esa dedicación sino que encima ¡¡¡nos acusan de timadores y aprovechados!!!
La verdad es que esta situación es más común de lo que parece, en la mayor parte de las celebraciones de bautizos y bodas también pasa un poco lo mismo… En mi parroquia no le exigimos nada a nadie, sólo y siempre la voluntad. A veces hay personas muy generosas, pero no es lo más habitual; la gente se debe creer que las cosas se hacen solas y se mantienen de la nada. Se gastan cantidades indecentes en celebraciones, vestidos, regalos, carruajes, reportajes, invitaciones… ¡qué se yo! Pero qué poco se valoran las horas de papeleo y burocracia que hay detrás de una boda; el tiempo y el cariño que dedican las parejas que imparten los cursillos previos; la entrega de los sacerdotes; lo que cuesta la factura de la luz de una Iglesia o que mientras te cansas de hacer fotos hay una persona esperando para cerrar el templo y barrer el arroz del suelo (¡¡¡y anda que no es puñetero!!!), en fin, mil cosas.
Pero ¡esto es lo que hay! Para colmo de todo, los miembros de la Iglesia quedamos como peseteros y aprovechados.
Esta mañana estaba muy indignado, pero ahora ya lo vivo con paz. Supongo que esta situación es también parte de la aventura del Evangelio, “que no sepa tu mano derecha lo que hace la izquierda”; de ser sal y luz en el mundo, de dar sabor pero sin que se note tu presencia, de darte y hacer las cosas lo mejor que sabes y puedes sólo por el bien del otro, sin esperar que te lo agradezcan…


Y bien es verdad que la recompensa llega por otro lado, está en las sonrisas de los niños, en el cariño que te dan; en lo que se crea y vive entre todo el equipo de catequesis; en saber que has hecho lo que tenías que hacer, que ahora es el turno de Dios. Sólo Él sabe los caminos y las formas de las que se valdrá para seguir llegando a la vida de los críos, al futuro de los bautizados o al amor de los jóvenes matrimonios.
En esto y en tantas otras cosas…“Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.” ¿no?

sábado, 21 de mayo de 2011

21 de mayo.UNCIÓN DE VIDA

Alcanzo el final de un día intenso y muy emotivo.
Casi sin dormir, he empezado la mañana con un retiro que me había pedido una comunidad de religiosas. Hemos estado hablando de la necesidad de conquistar y fortalecer la propia libertad y de cómo el voto de obediencia era la mejor herramienta para hacerlo. Cuanto más libre se es, más y mejor podemos dar y recibir amor y, en la medida en que somos capaces de ese amor, abrimos las puertas de nuestra vida a Dios. Él es quien nos guía a la plenitud, el que nos renueva y transforma.
Después he estado confesando a algunas personas mayores. Cada vez descubro con mayor amplitud la riqueza que encierran los que ya afrontan la recta final de sus vidas; no entiendo por qué esta sociedad se empeña en esconderlos, en no contar con ellos.
A mí me sobrecoge escuchar sus experiencias de vida, lo que han ido descubriendo de Dios con el paso de los años; la perspectiva general que todo eso les brinda; encuentro tremendamente edificante el contemplar cómo cada cual trata de asumir el dolor y las limitaciones físicas y me despiertan toda la ternura del mundo esos ojos gastados, pero en los que aún brilla la esperanza que les ha iluminado durante tanto tiempo de búsqueda y fidelidad.
Estaba confesando y tenía que reprimirme para no saltar sobre cada uno de ellos y darles un abrazo admirado.
Así se me ha escapado la mañana, tanto que he llegado un poco tarde a comer.
No llevaba ni diez minutos en casa cuando ha sonado el teléfono; una llamada que me ponía por delante una situación que me asustaba y que sabía que llegaría, tarde o temprano.
Aunque llevo ordenado tres años y medio, aún no había sido necesario que administrara a nadie la unción de enfermos, ni siquiera lo  había visto nunca. En otras entradas he comentado ya la impotencia que me genera el sufrimiento de mis hermanos ante la muerte… esto, unido a mi inexperiencia me hacían temer este momento.
Además no se trataba de una persona desconocida sino de un gran hombre por el que siempre he sentido (aunque calladamente) admiración y gratitud. No lo he pensado dos veces, me he encomendado al Señor y he salido corriendo.
Cuando mi familia y yo llegamos a esta ciudad, lo hacíamos en un momento muy duro: los médicos decían que mi padre se moría; mis hermanos y yo éramos pequeños y vinimos aquí, la tierra natal de mi madre, buscando el apoyo de la familia ante estas circunstancias… pero resulta que el plazo de las matrículas escolares había terminado ya y, a mis padres se les añadió la angustia de que no teníamos colegio.
Pero, entonces apareció quien, sin conocernos de nada, se compadeció de la situación, se supo hacer cercano y nos tendió la mano, haciéndonos un hueco en la escuela que dirigía. Después fue mi profesor y años después, el de mi hermano.
Hoy, mi viejo director agonizaba y, las cosas de la vida, ahí estaba yo… emocionado y tembloroso, con el corazón encogido y lleno de gratitud, junto a toda su familia, ayudándolo para su encuentro definitivo con el Padre.
Después he ido a casa de mis padres que aún viven cerca, para darles la mala noticia. Es entonces cuando se me ha escapado de las manos toda la emoción contenida y me he hartado de llorar.
Mi madre, también afectada, ha comentado “este niño es como yo, pero tendrá que cambiar porque, si no, va a sufrir muchísimo”. Supongo que, en parte, tiene razón –como suele pasar siempre con las madres- pero esta vez mis lágrimas no eran de pena.
No podía sentir pena por mi maestro porque sabía que, tras una larga vida de fidelidad, de honor y humanidad, ahora se abrazaba por completo a la infinita misericordia de Dios…
Tampoco por su familia porque, herederos de sus padres, son gentes de fe y bien preparados, que –aunque con dolor- afrontan este paso con confianza y serenidad.
Me venían a la mente las religiosas y los ancianos de la mañana, aquél educador, hombre bueno; ahora, en la noche, creo que lloraba admirado por el profundo misterio de la vida, la grandeza del  ser humano… en definitiva, el misterio y la grandeza de Dios.

20 de mayo. CELEBRAR

Acabo de volver de una boda; esta tarde se ha casado la más joven de mis primas. Al final he podido ir al convite y todo, me lo he pasado en grande con casi toda la familia reunida y viéndolos disfrutar.
No deja de llamarme la atención que, al terminar las celebraciones de las bodas o los bautizos, siempre hay gente que se acerca a felicitarme, a decirme que les ha encantado la ceremonia y –casi todos coinciden- al afirmar que había sido “distinta”.
Yo agradezco estos gestos, que aunque uno sea cura, le viene bien que reconozcan la dedicación y el cariño que uno le pone a las cosas; pero siempre me quedo pensando ¿distinta?... así es como son ¿no?...
A lo mejor llevo demasiado tiempo metido dentro de este ambiente dominicano, reconozco que no estoy muy ducho en saber cómo son las celebraciones en otras comunidades o parroquias… pero a mí me parece que en la mía, las abordamos como debe hacerse, ni más ni menos.
Me parece triste que la gente no perciba que todas  las celebraciones religiosas son precisamente eso ¡celebraciones! Y que lo normal en ellas es sentirse parte, disfrutarlas, entenderlas… y reconociendo que los curas podemos tener parte de culpa en ello, creo que no somos los principales responsables de esa laguna.
En primer lugar me parece que la principal riqueza de las mismas reside en el sacramento en sí.  Tendremos que tratar de explicarlos mejor, de darlos a conocer, adaptar los lenguajes, por supuesto, pero nada de eso se puede hacer si la gente no se toma la molestia de interesarse por lo que está haciendo y porqué.
Por otro lado, cada sacerdote; comunidad cristiana o parroquia tendrá su propia forma de hacer las cosas, diferentes estilos y matices y eso es bueno y necesario. El problema aparece cuando, en lugar de buscar el ámbito con el que cada uno se sienta más identificado, el estilo que más responda a nuestra experiencia creyente, nos limitamos a la elección de un “escenario” bonito.
Verdaderamente, este es un tema que da mucho qué pensar, que constituye todo un desafío para los cristianos de hoy. ¿Cómo llenar de calidad nuestras liturgias? ¿De qué forma podemos hacer que el personal valore adecuadamente nuestros sacramentos? Se podrían escribir muchas entradas sobre esto… pero esta noche, simplemente, comparto una primera reflexión. Antes de exigir nada, de caer en el error de posicionarnos por encima de nadie, de momento lo que me planteo es que, todas esas personas que se acercan a nosotros de formas puntuales disfruten todo lo posible, que perciban que la Iglesia es una comunidad que tiene las puertas abiertas de par en par, a la que pueden volver cuando ellos quieran o lo necesiten.









Celebrar de verdad, abrir las puertas, dar lo mejor de nosotros mismos… después, Dios sabe cómo se acerca o conduce los caminos de cada cual… que los creyentes nunca seamos un obstáculo para eso.

viernes, 20 de mayo de 2011

19 de mayo. ...ÉL NO PASARÁ

19 de mayo
Este jueves ha sido otro de esos días de no parar. Varias de las personas con las que hoy he tratado coincidían en una misma situación: habían pasado por muy malos momentos o aún los estaban sufriendo, pero –por distintas circunstancias- hoy estaban contentos.
Lo que esta noche se me ocurre es precisamente eso, que todo pasa, que hay salida para cualquier situación.
Todos sabemos que la vida puede presentarnos realidades muy complicadas y dolorosas; que tarde o temprano, siempre lo hace.  Ocasiones con las que parece que no vamos a poder; que nuestro mundo se acaba; que nos aterrorizan y nos hacen incapaces de imaginarnos el mañana.
Unas veces llegan repentinamente, de forma inesperada… o se van gestando poco a poco, empeorando lentamente, y no sé qué es peor, ciertamente. Golpes de la vida que te pueden destrozar del todo… o no.
No está siendo así con las personas que hoy han hablado conmigo. No son héroes ni poseedores de una fuerza interior extraordinaria; son personas normales y corrientes, pero que están siendo capaces de seguir, de luchar, de pedir ayuda,  de mantener viva la esperanza.
Continuar, vivir… y, poco a poco, las oscuridades se disipan; los dolores acaban pasando y nosotros seguimos en pie.
La diferencia fundamental está en no rendirse, en no dejarse vencer por el miedo o la inseguridad, pero ¡qué difícil puede llegar a ser! ahí es donde Dios juega un papel fundamental.  Él es quien puede darnos todo lo que necesitamos para superar cualquier cosa que se nos venga encima; en Él está el aliento, la paz, la confianza, la presencia que nos permite respirar  y volver a levantarnos siempre.
Me ha alegrado mucho con la alegría de esas gentes que han sabido apretar con fuerza el timón y desplegar las velas al viento de Dios; dejar que la barca de sus vidas avance, imparable, impulsada por su amor.

jueves, 19 de mayo de 2011

18 de mayo. AHORA

No quiero meterme en política, pero tampoco puedo ignorar lo que parece que está pasando en nuestra tierra: la gente está empezando a salir a la calle y protestar.
Independientemente de los motivos que esgrimen o de si tienen razón o no; que como digo, no creo que sea cuestión de juzgar aquí; reconozco que me resulta esperanzador ver que las personas, de vez en cuando, son capaces de movilizarse por una razón que no sea deportiva; que, a veces, somos capaces de sacudirnos la modorra y alzar la voz. Lo malo, la violencia de unos pocos que siempre acaba apareciendo en estas cosas y las manipulaciones de los “espabilados” que quieren apuntarse el tanto.
He estado “bicheando” noticias y videos por internet y no he podido recordar otros movimientos parecidos en los que intervine directamente… me acuerdo de las acampadas por el 0,7%, por ejemplo.
En aquellos años juveniles, fui de los primeros en presentarme allí con mi saco y mi tienda de campaña. Al principio éramos poquitos pero muy concienciados; cuando la cosa se fue haciendo popular aumentamos muchísimo en número, pero pronto empezaron a aparecer las manipulaciones de los que querían llevarse el ascua a su sardina (medios de comunicación, partidos políticos, algunos con pretensiones de popularidad…) y el ambiente se acabó enrareciendo.
Hoy ya nadie se acuerda del 0,7 % o de la condonación de la deuda externa… supongo que estas cosas tienen mucho de moda también, pero a pesar de todo, tienen su valor. Estos clamores populares que de vez en cuando se repiten, me fortalecen en la esperanza de que nada está perdido; que las gentes aún conservan ciertos valores; que los pueblos no siempre son tan manipulables y que el mundo puede cambiarse.
Para nosotros, los creyentes, esta certeza no puede ser pasajera; debería estar poderosamente presente en nuestra cabeza y en el corazón todos los días, en cada gesto y acción.
En el terreno de la fe también recibía noticias de ciertos comentarios irrespetuosos e injustos que se lanzaban sobre un hermano mío. Una vez más tenía que aceptar que hay quien, en nombre de Dios, machacan a las personas sin la más mínima misericordia… se me hace duro hacerlo,  pero eso tampoco puede acabar con nuestra fe en el ser humano, la pasión por el Evangelio, con el sueño de Dios para nosotros.
Así era para Jesús de Nazaret, estaba convencido no sólo de que el Reino era posible, sino de que ya era una realidad. A pesar de las críticas, el peligro, la persecución, las decepciones y la traición, vivió, predicó y amó desde ese convencimiento.
Creer en Jesucristo implica también que nosotros vivamos con esa confianza; no nos comportamos igual cuando sabemos que algo es posible y cercano que cuando pensamos que, en el fondo no hay nada que hacer, que no podemos.
Por eso, pese a todo, es preciso CREER;  creer en la bondad de la creación; en la de las naciones; en la de todo ser humano… vivir y actuar seguros de que se puede hacer de este mundo un sitio mejor, más libre, más justo, más de Dios; que ya está ocurriendo.
Que esta vida tiene que ser una fiesta de servicio, entrega y fraternidad para todos los hombres y mujeres de la tierra; que no es una mera ilusión o un idealismo juvenil, sino que ya está aquí… no es cosa nuestra, es de Dios y su amor gratuito, a nosotros lo que nos corresponde es sólo mirar y darnos cuenta.