En este mundo, donde internet permite que se airee todo lo que se nos pasa
por la cabeza, es fácil encontrarse con muchos comentarios y actividades que
únicamente buscan ofender o hacer daño a los que somos creyentes...
Con frecuencia he alucinado ante algunas publicaciones de mis propios
amigos y conocidos en los que –supuestamente en nombre del pluralismo o la
libertad- se me ofendía profundamente, e
incluso se llegaba a alentar la violencia contra nosotros.
Es cierto que, casi siempre, lo que está detrás de esas cosas son los
prejuicios y un profundo desconocimiento
de lo que somos y queremos; pero, en esos momentos, yo no puedo dejar de pensar
en qué habremos hecho - o hacemos- en la Iglesia para que algunas personas nos
tengan tanto desprecio.
Es extraño pero, además de que
juntos somos el rostro de Dios en medio del mundo, al tiempo, podemos llegar a
presentar muchos rostros individuales y diferentes que lo que hacen es
confundir y esconder su presencia en medio de la humanidad.
Lo fácil sería echar balones fuera, conformarnos con creer que son los demás;
que son los otros sectores de la Iglesia los que hacen las cosas mal… pero la
verdad es que somos una sola Iglesia,
para lo bueno y para lo malo.
Cada uno de nosotros tiene que asumir la responsabilidad que le corresponde
de todo aquello que en la Iglesia no es como debería ser; porque ninguno de
nosotros es tampoco el creyente que debería ser.
Lo que un cristiano deja de hacer o hace mal, daña a toda la comunidad
igual que en cada acto de amor también estamos todos.
Mientras únicamente esperemos que se cambie en Roma, o que sean las jerarquías
y superiores los que transformen a la Iglesia, no tendremos nada que hacer. Soy
yo el que puede dejarse convertir por Dios en profundidad; somos los cristianos
de a pie los que podemos renovar esta Iglesia nuestra; abrirla cada vez más al
soplo de ese Espíritu que sopla en todos los hijos e hijas de Dios.
No podemos esperar una Iglesia más comprometida con el pobre si nosotros no
conocemos ese compromiso; es absurdo querer que acoja y dialogue si, desde las
bases, nos cerramos sólo a los que son de nuestra cuerda; mientras no nos preparemos, si no racionalizamos la fe, sin
rezar, si tenemos otras prioridades e intereses antes que el Evangelio, si no
aprendemos a perdonar y pedir perdón… si cada uno de nosotros no intenta con
todas sus fuerzas vivir a tope la fraternidad, no podemos
reclamar ni exigir nada al de al lado; no podemos esperar que nuestra Iglesia
crezca en fidelidad a Dios.
Pero es tiempo de Pascua y, si
queremos, lo podemos todo en Él… (YA hemos podido)
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