miércoles, 31 de agosto de 2011

31 de agosto. ¡¡ ......!!




Igual que los niños cuando van de viaje, en nuestro camino de fe solemos centrar la atención en que nos  “falta mucho” para alcanzar la plenitud del Evangelio.

Indudablemente, es imprescindible que no perdamos de vista la meta; que seamos conscientes de las limitaciones y los errores para poder corregirnos y avanzar; pero es igualmente importante que también seamos capaces de volver la vista atrás y que valoremos cada paso que hemos conseguido dar con firmeza; cada obra de amor que hayamos regalado; los gestos generosos, los esfuerzos por la justicia y la dignidad realizados, las cadenas que hemos roto, los males que hemos sanado; las tentaciones vencidas, las caídas de las que nos hemos levantado… las maravillas que Dios ha hecho hasta ahora en nosotros.

Es necesaria esa mirada optimista a nuestro recorrido de fe, en primer lugar para poderlo agradecer al Padre que es el que lo hace todo; también para saber que vamos por buen camino y poder continuar con alegría y nueva esperanza.



Todos, desde los primeros discípulos, traicionamos el amor continuamente, pero no podemos caminar tras Jesús con el sentimiento de que somos malos cristianos… su Gracia y su Amor  son más grandes que todas nuestras miserias juntas.



No acostumbramos a pararnos a saborear el privilegio que es hacer recibido el don de la fe;  haber aprendido a reconocer al Amor absoluto; ser elegidos y enviados por todo un Dios que sostiene y orienta nuestros pasos. Mientras no nos rindamos, mientras sigamos luchando, en búsqueda  sincera, ¡lo estaremos haciendo bien!



Nuestro proceso de fe no puede estar presidido por la propia debilidad, sino por la alegre admiración que brota de nuestra dignidad de hijos e hijas de un Dios que nos ha asombrado y que aún nos maravillará mucho más mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario