lunes, 29 de agosto de 2011

28 de agosto. ¡MMMMMMM!

Cuando uno se levanta por la mañana no sabe lo que le va a pasar a lo largo del día, mis horas hoy han estado plagadas de sorpresas.
En primer lugar, he recibido la visita de un fraile –ya mayor- que está realizando un trabajo admirable al otro lado del charco. Cuando entré en la Orden, este hermano tuvo que aguantar muchas de mis rebeldías y pataletas de juventud, y siempre lo hizo con una sonrisa serena en el rostro.

Ahora está desarrollando su vocación en un lugar lleno de limitaciones, materiales y espirituales; tras muchos años allí, no ha perdido esa expresión alegre en sus labios ni el chisporroteo de sus ojos.

Poco después, otra sorpresa, esta menos agradable: un matrimonio, que conocí hace bastantes años, entraba en la Iglesia para celebrar la eucaristía. No sabían que yo me había ordenado ni que estaba asignado aquí. El marido, aunque no es muy mayor, padece una terrible enfermedad neurodegenerativa y poco queda en él de aquél hombre atrevido que apostó fuerte por la fe y que, para mí fue todo un testimonio.

Su esposa me contaba que, tras el sufrimiento inicial, ahora sentía con fuerza la presencia y el apoyo del Padre y lo estaba viviendo todo con mucha paz… ella también tenía en sus labios la misma sonrisa calmada y profunda.

Un sencillo gesto facial nada más, pero que está cargado de un contenido infinito… unas sonrisas que tengo grabadas en el corazón.

Muchas cosas nos podemos preguntar ante eso; ¿cómo pueden seguir sonriendo? O, si lo pensamos bien… ¿cómo podemos los creyentes dejar de sonreír?

No hablo de una mueca superficial o a la ligera, sino de la plenitud del corazón que, necesariamente, se nos tiene que reflejar en el rostro. ¿Con qué otra cara podemos anunciar a la humanidad la infinitamente buena noticia de Jesucristo?




Muchas veces, cuando voy caminando de un sitio a otro, cuando me sumerjo en mis pensamientos o me dejo llevar por las preocupaciones, me sorprendo a mí mismo con el semblante enfurruñado y, al darme cuenta, enseguida cambio esa expresión por una sonrisa… después de hoy, espero que ese gesto sea el que acompañe mis pasos con mucha más intensidad… la sonrisa de mi Dios.

2 comentarios:

  1. La sonrisa es... la poesía de Dios en la cara de los hombres.
    Y...¿vamos a impedirle a Dios que escriba?
    L.

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  2. Admiro y envidio a esas personas que llevan esa sonrisa ante las adversidades.Hay que practicarla más a menudo,porque llevas razón:cuando uno piensa en ciertas cosas,no somos capaces ni de sonreir y cuando lo haces,te das cuenta de que es mejor estar así que siempre enfurruñados.Será una difícil tarea.TQ.Bss

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