He pasado la tarde entera compartiendo un retiro con los profes de un colegio y después una vigilia de oración en el mismo centro, pero esta vez también con algunos padres.
Me lo había preparado todo con mucha ilusión; era complicado porque no conocía a las personas con las que iba a vivir el momento: no sabía ni sus edades, ni el número de personas, ni el nivel de formación o su experiencia de fe. Quizá por ello le puse más interés…
El caso es que, al final, todo el mundo parecía haber quedado bastante contento o, al menos eso me han expresado. Yo también he disfrutado, me ha venido estupendamente la reflexión y el estudio que me han exigido los preparativos; me he encontrado muy a gusto entre esas personas; en definitiva, ha sido una tarde intensa y bonita.
Al salir, he intentado visitar a unos amigos que viven cerca, pero no ha habido manera… ¡me he perdido! Jejeje… cuando me he resignado y he puesto rumbo de vuelta a casa, pensaba que tiene gracia, que después de todas esas horas hablando de los modos y formas de seguir a Jesús; de tratar de encontrar su luz en nuestra oscuridad; de cómo orientar nuestros pasos hacia Él… voy yo y ¡lo primero que hago al salir es extraviarme!.
Más allá de lo anecdótico, es verdad que uno ha estudiado, que todo en mi opción facilita tremendamente el tener presente a Dios, que trato de dedicarme en cuerpo y alma a Él… pero nada de eso supone que dejes de ser un buscador más; que para nosotros también sea complicado encontrar las sendas, que a veces ¡nos perdamos también!
Estaba en eso y el caso es que, a pesar de las horas y el trabajo que había dedicado y del cansancio acumulado; cuando he querido darme cuenta, iba saltando en el asiento y bailando con la cabeza al compás de la radio del coche. Hacía bastante tiempo que no me descubría así a mí mismo, vibrando, como arrastrado por un ritmo que te nace del pecho y que te invita a abandonarte al son de las notas y la melodía.
Ahora pienso que mi fiebre del “viernes noche” no ha sido casualidad; que no se debía sólo al fin de semana; sino que era una expresión natural de mi satisfacción interior; de lo saboreado con los hermanos… en definitiva de lo entusiasmado que me tiene mi Dios.
Así es Él y así quiere entrar siempre en nuestra vida: trepidante, arrasador, palpitante, estremecedor…
Merece la pena soltar los bastones que vamos adoptando con el tiempo; los que nos hacen sentir seguros en el caminar, pero nos obligan a encorvarnos… desprenderte de ellos y dejarse seducir, arrebatar definitivamente por Él.
Permitir que sus manos interpreten el concierto que nos envuelve y que nuestro corazón dance con pasión, que la vida toda sea un baile fascinante, lleno de fuerza y docilidad… bailar siempre, pero sólo al ritmo de Dios.
Que dibujo!!!! bailando con soles y lunas, dia y noche, en lo bueno y en lo malo.
ResponderEliminarGenial!! Su dibujo me resulta muy inspirador. gracias
Es genial! y el tio es una cruz llena de dudas y admiraciones ¿no?
ResponderEliminarTe has perdido y lo reconoces en publico? Increíble!
ResponderEliminarEs curiosos, porque también nosotros anoche tuvimos un encuentro en torno a la Palabra muy bonito. Nos juntamos miembros de tres comunidades dominicanas -El Levantazo (tu comunidad de origen), los frailes de Cirilo Amorós y los seglares asociados a ese mismo convento. Éramos unas diez personas y la cosa fue muy sencilla. Leímos y compartimos los textos de la Eucaristía de este domingo. Pero la verdad es que fue muy bonito estar juntos, compartir al mismo nivel y disfrutar de la Palabra de Dios, la fuente de nuestra Predicación.
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