miércoles, 6 de febrero de 2013

5 de febrero. CONVENIDOS


 

Los martes tenemos en la parroquia la catequesis de post-comunión. Este año se están estrenando como catequistas los jóvenes que se confirmaron el año pasado y para mí es toda una gozada verlos en acción.

Tienen a muy poquitos niños en el grupo, porque, una vez que hacen la primera comunión la inmensa mayoría de los chavales desaparecen de la parroquia, pero eso no les desanima en absoluto; cada semana se estrujan la cabeza pensando en juegos y dinámicas, en la forma más divertida de transmitir su experiencia de fe. Lo hacen llenos de ilusión y ganas semana tras semana, con una sinceridad y limpieza que me impresiona muchísimo. Los chavales también están a gusto con ellos y, cuando termina la reunión, les cuesta marcharse… se quedan allí un ratillo contándoles sus cosas y riéndose con ellos.

Cuando se han ido, alguien más mayor me contaba su proceso de fe. Me decía que había caído en la cuenta de que siempre había vivido su relación con Dios de una forma muy superficial: un poco por tradición, cultura costumbre… y otro poco por conveniencia… y que desde hacía un tiempo se había propuesto vivir su fe de una forma más digna y verdadera.

Me temo que eso de la “conveniencia” está más presente en nuestras creencias de lo que pensamos… seguimos a Jesús porque nos beneficia e interesa, por supuesto; acudimos a Él en el dolor o los problemas, esperamos que bendiga los buenos momentos, agradecemos la paz y la fuerza que nos da, encontramos en Él un sentido y una esperanza…  pero si todo se queda sólo en eso, entonces no es un auténtico  amor. Cuando no nos transforma, no nos cambia la vida, ese amor no es de verdad. El que ama antepone al amado a cualquier cosa; no piensa tanto en lo que recibe como en lo que quisiera dar; en hacer al otro feliz.

Viendo a mis jóvenes catequistas comprendo que son toda una lección para mí, para cualquiera que conozca su dedicación: se están apasionando con Jesús de Nazaret y gratuitamente le ofrecen lo que saben y pueden. Como ellos, otros muchos jóvenes en la Iglesia son un estímulo para sus hermanos mayores, un ejemplo de transparencia y sencillez.
 

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