En una sociedad en la que nos enseñan a competir, a pisar al que tenemos por debajo, a explotar al otro; una cultura en lo que se lleva es ser independiente, frío y calculador; en que no se sabe muy bien que era eso de tener principios; con ejemplos de personas que venden hasta su intimidad y la de los suyos, la dignidad, sólo por aparecer en televisión o alcanzar el éxito; la gratitud no está de moda. Incluso, alguna vez, he escuchado sorprendido a algún personaje de actualidad decir que no le debe nada a nadie, que había llegado a ser quien era por sus propios medios únicamente.
El tiempo de cuaresma es la ocasión propicia para hacernos conscientes de lo mucho que debemos; de todas las personas que nos regalan lo mejor que son cada día; de las oportunidades que se nos brindan continuamente; de lo que la vida nos enseña a cada paso, del amor que nos rodea… es el momento ideal para reconocer nuestra precariedad, la mucha falta que nos hacen las personas, nuestra necesidad de Dios.
Es necesario hacerlo, en primer lugar porque esa es nuestra verdad y también porque sólo reconociéndonos así, regalados, podemos comprender la miseria de los demás y ofrecerles de verdad nuestro perdón, nuestra ayuda, el auténtico amor.
"Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros." (Lc. 6,36-38)
El evangelio de hoy nos muestra que Dios no es un referente inasequible, todo lo contrario, Él es el punto de partida, el origen de todo lo bueno que hay en nosotros, de cuanto podemos ofrecer al mundo.
En el Señor descubrimos de verdad lo que es perdonar, dar, amar y sólo desde ahí podemos construir el reino y hacer que todos esos dones se multipliquen por donde vayamos.
Quien vive desde la desconfianza, la amargura, el rencor y la lejanía, acabará recibiendo también frialdad y recelos mientras que al que se abre, cree, entrega y perdona no le faltarán personas que le respondan con las mismas actitudes… y no porque Dios nos lo mande como premio o castigo, desde luego; sino porque nuestra forma de vivir se percibe y va conformando la vida misma, la propia y la del próximo.
Cuaresma: semanas para sentir, disfrutar del amor y la Gracia; para comunicarlos y salvar al mundo…
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