Ahora mismo, en Japón, hay personas que están jugándose la vida, permaneciendo en las central de Fukushima para evitar un desastre nuclear y así salvar otras vidas… las noticias dicen que, como tienen que organizarse por turnos para evitar exposiciones prolongadas a la radioactividad, incluso se han incorporado grupos de voluntarios… no he podido evitar el conmoverme ante la hermosura de esta noticia, en medio de la angustia de aquél pueblo; del mundo entero.
Aunque esta heroicidad concreta es muy explícita, sé que no ocurre sólo allí, que cada día, en infinidad de rincones de la Tierra, muchos seres humanos se ofrecen, entregan su vida por el otro. Personas que anteponen la dignidad y la libertad de las gentes a su propio interés y seguridad; dando todo lo que son hasta el final de sus días o, incluso así, entregando la propia vida.
La existencia de estos hombres y mujeres, de su sacrificio son razón más que suficiente para que nunca, nada ni nadie pueda convencerme de que esta vida es una porquería; de que el mundo es malo; de que no se puede confiar en nadie porque somos “lobos”; de que el amor verdadero no existe; que no merece la pena dar la vida…
Poco más puedo añadir esta noche, sólo una oración estremecida a nuestro Dios crucificado y un silencio respetuoso, admirado y agradecido por ellos, por sus motivaciones (sean las que sean), por la gente que los quiere; por su precioso regalo al ser humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario