Estoy entusiasmado con el curso al que asisto estos días. Por otro lado, las clases y las lecturas recomendadas, me ocupan la mayor parte del día, así que eso es lo que hoy puedo compartir…
Estamos estudiando, desde el punto de vista de la sociología de la religión, las transformaciones que se están dando en las creencias de nuestros contemporáneos a raíz de los fenómenos del laicismo y la secularización.
Parece que, los que saben de estas cosas, han estado mucho tiempo analizando si las religiones desaparecerían de la sociedades desarrolladas o si –por el contrario- estábamos asistiendo a una especie de “revancha de los dioses”, con el fuerte resurgir de nuevos sentimientos e inquietudes creyentes.
Resulta que ahora parece claro que, lo que se está dando en realidad, es una profunda transformación en la manera de creer y dicen los libros que, en ese sentido, vivimos un tiempo excepcional, como ha habido pocos en la historia.
Resulta que ahora parece claro que, lo que se está dando en realidad, es una profunda transformación en la manera de creer y dicen los libros que, en ese sentido, vivimos un tiempo excepcional, como ha habido pocos en la historia.
Surge una forma de creer más personalizada, más presente en esta Tierra, enriquecida con otras experiencias religiosas, con más atención a la espiritualidad…
El profesor es un crack y a mi todo me está resultando muy sugerente y esperanzador… resulta que me veo muy reflejado en algunas de esas tendencias (están presentes, cada vez con más fuerza, dentro y fuera de la Iglesia) y se me dispara la imaginación con la cantidad de retos que supone esta evolución para los cristianos.
Son muchas las ideas que me bullen por dentro y, una vez más, no tengo la suficiente agilidad para procesarlo todo con la rapidez que quisiera; de nuevo necesito rumiarlo todo con calma; pero lo cierto es que tenemos la suerte de que los cristianos de hoy, del presente, somos los protagonistas y agentes de ese cambio.
Ciertamente también hay peligros y posibilidades de desviación o del “todo vale”, pero si sabemos estar atentos a los signos de los tiempos (los de nuestro Dios), no caben ya los pesimismos, el miedo o el sentimiento de persecución y derrota; por el contrario, desde la alegría de saber que nuestra fe está en proceso de purificación, que algo nuevo está naciendo de parte de Dios, podemos abrirnos a esa novedad, dejarnos cuestionar por ella; zambullirnos por completo en manos de ese Dios que no deja de ser más y mejor cada día; buscar incansablemente las formas de compartirlo, de regalarlo al de al lado…
El mundo cambia, la humanidad también… la fe acompaña siempre su marcha. Nuestra relación con el Señor es, en gran medida, un legado que hemos recibido de muchos hombres y mujeres creyentes que, en su momento, supieron evolucionar junto a sus contemporáneos.
AHORA es nuestro turno, el momento oportuno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario