miércoles, 30 de noviembre de 2011

29 de septiembre. FLUIR

En la vuelta desde Salamanca me he dado cuenta de que, cuando se hace periódicamente un mismo viaje, cuando recorres con frecuencia un paisaje, es asombrosa la forma en que la naturaleza no deja de sorprenderte. En cada ocasión descubres algo que siempre ha estado ahí pero en lo que no habías reparado antes, una roca, un barranco, un castillo en el horizonte…;  también te das cuenta de cómo van cambiando los detalles en los que sí te has fijado anteriormente, los árboles que ya se han desnudado de sus hojas, el cielo que según cómo está el tiempo lo tiñe todo de diferentes tonos, las cumbres que se cubren de nieve, el nivel de agua en un pantano…; no faltan las cosas que vienen o se van, el águila que te sobrevuela y acompaña durante un rato, las flores que se han escondido, las gentes que te ven pasar desde las calles de un pueblo…

Por mucho que te acostumbres a un camino, nunca puedes decir que ya lo conoces, porque siempre es nuevo.

Es Adviento, y podemos creer que es otra vez igual, que volvemos a lo mismo de otros años; podemos caer en el error de pensar que ya hemos transitado por esa senda y que nos la sabemos y, entonces, nada no cambia: empieza el adviento y seguimos viviendo exactamente igual que el mes pasado.




Nosotros, nuestra existencia es, en ese sentido, igual que el panorama por el que conduzco todos los lunes y martes, siempre distinta y preñada de novedad: en cualquier momento podemos encontrar -dentro de uno mismo, en los que queremos, a nuestro alrededor- algo que no conocíamos aunque lleve ahí desde que nacimos: una capacidad por desarrollar,  un sueño al que entregarse, unas ganas con las que llenarnos, un sentimiento negativo que vencer, una herida que sanar…; podemos hacernos conscientes de nuestras propias transformaciones o de cómo evolucionan los otros,  de la forma en que nuestros cuerpos, ideas o sentimientos maduran y de cómo se traduce eso en la práctica; es posible aprovechar las condiciones y circunstancias de cada instante y que son pasajeras, que si no, se irán o iluminar el mañana con la certeza de que la noche acabará y volverá a salir el Sol.

Dios no deja de venir a esa vida nuestra que no deja de fluir, por eso, en cada ocasión, tenemos que prepararnos nuevamente, de un modo distinto… cada año son diferentes los fardos de los que podemos deshacernos y las puertas que pueden abrirse; los montes que abajar y los valles que elevar.

No nos sabemos el adviento en absoluto, cada año está por estrenar, ¡este también!

2 comentarios:

  1. Llevas toda la razón , porque a mi edad, estoy aprendiendo a vivir el adviento desde otra perspectiva, es decir , sabiendo lo que realmente significa, para así, no tener otros recuerdos que me hacían no gustarme estas fechas.Estoy aprendiendo cosas nuevas, después de tantos años, como bien dices, que me enseñan y me ayudan, gracias a personas como vosotros.TQ.Bss.

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  2. Gracias F.

    Si no te importa "me quedo" con la preciosa ilustración para traer un poco de Adviento hasta mi PC, mientras trabajo.

    Me ha llenado de alegría "descubrir" tu página. Es maravillosa.

    Un abrazo desde Valencia

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