lunes, 28 de noviembre de 2011

27 de noviembre. VOLVER

Quien no se lanza mar adentro



nada sabe del azul profundo del agua,



ni del hervor de las aguas que bullen.



Nada sabe de las noches tranquilas,



cuando el navío avanza



dejando una estela de silencio.



Nada sabe de la alegría



de quedarse sin amarras,



apoyado solo en Dios,



más seguro que el mismo océano.







Desventurado aquel que se queda en la orilla



y pone toda su esperanza en tierra firme,



la de los hombres razonables,



calculadores, seguros de sí mismos,



que imaginan ser ricos y están desnudos,



que creen construir para siempre



y sólo amontonan ruinas que siempre les traicionan.



 (Charles de Foucauld)



Los dos últimos días no he podido subir ninguna entrada; estaba en el encuentro del movimiento  juvenil y no había  ninguna posibilidad de conectarse a internet.

Fin de semana intenso, porque, gracias a Dios, estos jóvenes son incansables. Con la osadía de la edad, saben bogar mar adentro; saben de todo lo que dice la reflexión anterior; y conocen también de las tormentas del océano o de la calma chicha que parece capaz de detener la nave para siempre… y ahí siguen, fieles y enamorados; siempre con sed de más.
Frailes, laicos, hermanas… los de aquí acompañados por los hermanos de Portugal y de muchos otros rincones del mundo; juntos en el sueño de Dios; Iglesia, Orden dominicana; familia, comunidad…
Vuelvo admirado de su capacidad de perdonar; comprender; reconocer el propio error y, sobre todo, de recuperar la alegría y la fuerza. En unas pocas horas, he sido testigo de que; ante la injusticia, la ingratitud, la calamidad o el vacío;  es posible  renacer; re-comenzar; reinventarse a la luz de Dios; desplegar por completo las velas, para que el Espíritu guíe tu barca por rumbos distintos a los que marcaba la carta de navegación... y, mira por donde, ¡hoy empieza el adviento!






A estas horas todos estarán en sus lugares de origen; volvemos con la fuerza y la alegría de quien sabe que no está solo y que, aunque no suela ser fácil hacerlo, el Amor y la misericordia son siempre la mejor predicación.

 Qué maravilla de libertad; qué riqueza de diferencias; cuanta gratitud y asombro me traigo a casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario