lunes, 14 de noviembre de 2011

14 de noviembre. ALMA BELLA

Con el comienzo de la semana vuelven Salamanca y las clases de filosofía: hoy hemos terminado con Hegel.
Uno de los conceptos de los que nos han hablado es el "alma bella", que - explicado de forma muy simple- serían aquellas personas que continuamente se guían por el amor, que siempre son capaces de perdonar las agresiones, que devuelven bien por mal...
Un hermano mío se ha reído mucho, y yo también,  cuando le comentaba esto; porque es el que siempre me llama "flower power" y decía que, ahora, resulta que eso ya venía desde el idealismo alemán.
El caso es que Hegel añade que el "alma bella" no puede vivir en este mundo, porque se convertiría en la victima perfecta, en el objeto de todos los abusos y violencias de los otros... después la cosa ya se complica más.
Yo me he quedado dándole vueltas al asunto, desde luego es cierto que, si uno quiere ir de bueno por la vida, acaba sufriendo los excesos de los demás, siendo "víctima" y, en principio, parece que es algo nada deseable para nadie, una situación que tratamos de evitar a toda costa, pero... ¿es malo necesariamente eso de ser víctima? supongo que es lo que le pasó a Jesucristo, al Maestro al que queremos seguir... una víctima consciente y voluntaria que entrega su vida por amor.
¿Entonces qué? ¿Todos en cola para el matadero? Evidentemente no, en lo que estoy pensando no me refiero a la muerte física (Jesús sólo subió a la cruz cuando llegó la hora, cuando todo se había cumplido; antes, siempre eludió esa amenaza), sino al ofrecimiento cotidiano de lo que uno es y tiene desde el desinterés y la gratuidad; de modo incondicional e independiente a lo que se reciba (bueno o malo) o se deje de recibir. El Señor, entregó su vida, día a día, con cada palabra, cada gesto, haciéndose servidor de todos, amando a todos sin excepción, buenos y malos.
De pequeño, tenía un profesor que siempre nos decía que "Cristo nos dijo que fuésemos hermanos y no primos" pero a mí nunca me terminó de convencer la frasecita.
Vale que no es deseo de Dios que nos engañen, que vayamos de tontos por la vida, pero "Si sólo amáis a los que os aman ¿qué merito tenéis?". A lo que el Evangelio nos invita es a amar, a hacerlo cada vez de una forma más universal, generosa y consciente: sabemos el mundo en el que vivimos, conocemos los egoísmos, las violencias e injusticias que hay en él, e incluso dentro de nosotros mismos; estamos al tanto de ellas e incluso las sufrimos; pero eso no puede ser, ni es, un impedimento para que, cada día, tratemos de amar más y mejor; de hacer, de nuestra vida toda, una ofrenda de amor.



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