jueves, 3 de enero de 2013

3 de enero. EN SUEÑOS


No quiero que se me pasen estos días sin dedicarle una reflexión a uno de los personajes más importantes y más olvidados de la Navidad. El pobre de San José, a lo largo de la historia no ha disfrutado de la proyección de las necesidades, los ideales y los deseos  humanos; no le hemos ido colgando dignidades y gracias a eso, hoy su figura se mantiene en un estado muy puro, cercano al original: anónimo, sencillo, pobre…

Tengo debilidad por San José; por ese hombre que supo sobreponerse a la decepción y al orgullo herido de saber que su mujer estaba en cinta antes de tiempo; un judío justo al que, a pesar de haber tomado una decisión más que generosa y llena de misericordia, Dios le pide aún más: que no sea únicamente una buena persona, sino que vaya más allá de lo bueno, lo justo o lo razonable. Un padre que debe tomar decisiones difíciles, que tiene que hacerse cargo de una familia perseguida, migrante, marginal… Un José que cumple su misión, esencial en el plan de Dios y después desaparece de escena sin estridencias, sin aplausos ni protagonismos; un creyente que siempre actúa guiado por su Señor.




















Y me gusta especialmente por el modo en que él escucha esa palabra de Dios, porque ¡lo encuentro tan cerca de nuestra realidad humana! A él la voluntad divina no le llega de forma evidente, con apariciones impresionantes que se impongan a la razón; a San José se le habla en sueños… en ese estado de duerme-vela en el que se puede oír con suficiente claridad pero que también puede cargarse de dudas a la mañana siguiente: ¿era Dios de verdad el que se ha dirigido a mi o seré yo mismo, mis imaginaciones, mis propios deseos los que hablaban?

Pienso que así, es como Dios se suele relacionar con nosotros habitualmente, sin forzarnos, sin imponernos nada, susurrando palabras de amor en medio de nuestros sueños… permitiéndonos incluso la comodidad de no hacer caso, de creer que no ha sido realidad, de seguir instalados en la comodidad y dejar las cosas como están, pensando que todo ha sido fantasía.

Pero José de Nazaret no, él si sabe escuchar, seguir la intuición de la fe, arriesgarse; él se deja asombrar por las maravillas del cielo para que estas también se hagan realidad aquí, en la Tierra.

¿y nosotros?

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