lunes, 14 de enero de 2013

13 de enero. EL BAUTISMO SIN FIN

Esta tarde, en cuanto he terminado la celebración de la Eucaristía, he cogido las maletas y me he puesto en camino hacia Salamanca. Ahora ya estoy aquí, hemos llegado a las tantas de la madrugada pero el viaje ha ido muy bien.
Vuelvo a esta ciudad perseverando en el empeño de encontrar el espacio y la quietud que la tesis doctoral me demanda. Aunque es un trabajo que me hace disfrutar, a veces me asalta la duda y me pregunto qué por qué me he metido en esto ¿qué necesidad tenía yo de complicarme la existencia con esta empresa? Y la verdad es que cuando me llegan estas preguntas, ni yo mismo sé muy bien qué contestarme… Me he metido en esta historia por una inquietud, una intuición, una posibilidad que no sé si me llevará algún sitio…
En el coche, durante el viaje, venía pensando en esto y me acordaba también de la homilía que acababa de compartir en la parroquia en este día del bautismo de Jesús. Decía que hoy era la fiesta de la vocación de Jesús; que celebrábamos el momento en el que Él había aceptado públicamente esa vocación que Dios le regalaba; que era una festividad que también nos invitaba a reflexionar sobre nuestras propias vocaciones



























Cuando Jesús acepta su propia vocación, cuando lo hacemos cualquiera de nosotros, se abre el cielo, se rompe la distancia y el desconocimiento que nos separa de Dios; se recibe la fuerza del Espíritu, la que necesitamos para poder desarrollar ese proyecto sagrado; se revela nuestra verdadera identidad, quienes somos realmente.
Pero añadía que esa aceptación del plan de Dios tiene que actualizarse continuamente, sea cual sea nuestro camino (el matrimonio, la soltería, la vida consagrada, el sacerdocio …) no podemos dormirnos que los laureles: cada nuevo día que se nos regale tenemos que preguntarnos por el modo en que esa vocación se puede seguir concretando cada vez más; ¿cómo puedo ser hoy fraile, religiosa, esposo, madre, cristiano…?
Y quiero pensar que por eso estoy aquí, otra vez en Salamanca, para abrir puertas a mi vocación; preparando nuevos equipajes; intentando desprenderme de mis lastres… repensando mi vocación, poniéndola de nuevo en manos del Dios que me la regaló.

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