viernes, 25 de enero de 2013

24 de enero.MADRUGADA



Esta mañana me he levantado muy, muy temprano para llevar a la estación a un hermano que salía de viaje. Hace mucho tiempo que ya no suelo estar a esas horas por la calle y me ha llamado mucho la atención la tranquilidad y la soledad de una vía que habitualmente encuentro repleta de bullicio y actividad: eran los mismos lugares por los que paso todos días mil veces pero todo parecía tan distinto…
Todos somos un poco así, como nuestras ciudades, ajetreados, ocupados y preocupados, con montones de afanes cotidianos pero también con nuestras desiertos, silencios y vacíos;  unas veces lo que destaca es lo primero y parecemos pletóricos , incluso nos lo creemos así, pero en otras ocasiones lo que aflora es el segundo aspecto y también pensamos que así es toda nuestra realidad… aunque nos conozcamos bien, para bien o para mal llegan momentos en los que no nos reconocemos, en los que nos sorprendemos a nosotros mismos o nos da la sensación de que pisamos arenas movedizas…
Sin embargo esta mañana, cuando el archiconocido camino hacia el garaje se me hacía tan extraño que casi empezaba a darme miedo, de repente,  me he cruzado con una persona que me ha saludado; sólo la conocía de vista, los domingos viene a misa a la parroquia, pero nunca había hablado con ella. El caso es que su saludo me ha confortado por dentro y me ha devuelto, en medio de esa oscuridad callada, la conciencia de que estaba en mi propio barrio, en mi ambiente de siempre.
En la vida también hay alguien que siempre está ahí; un Dios que, por muy desamparado que te puedas sentir, no deja jamás de nombrarte; de calentarte el alma y recordarte quien eres de verdad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario