martes, 4 de diciembre de 2012

3 de diciembre. SORPRENDI DIOS


Raro es el día en el que no me sorprendo gratamente con el ser humano: en un video que veo en internet; en una conversación con alguna persona; en aquella señora que da una lección de humildad y es capaz de pedir y dar perdón; en ese hombre que se vuelca por completo con un hermano que necesita ayuda; en un grupo que supera una vez más mis expectativas….

En muchas de las bodas a las que asisto, recomiendo a los novios que no caigan nunca en la rutina; que no lleguen a equivocarse creyendo que ya conocen del todo a su pareja; que no dejen de sorprenderse mutuamente. Esta noche se me ocurre que en nuestro camino de creyentes, también relación de amor con Dios, podríamos aplicarnos el cuento.

Es bastante evidente que Dios siempre es una sorpresa, que sus caminos no dejan nunca de sobrecogernos pero ¿y al revés?

En la eucaristía de hoy me gustaba encontrarme con ese Jesús que también se sorprendía y admiraba ante la fe del centurión. Ese hombre, que era mal visto por el judaísmo, se presenta ante Jesús reconociendo la propia debilidad, demostrando amor por sus hermanos, dando la cara por ellos y confiando plenamente en Dios... Esa es la verdad del romano; la que asombra a Jesús y  le trae la salvación; también la que desenmascara a quienes, creyendo que tienen agarrado a Dios, en realidad están muy lejos de Él, porque no se preocupan por mimar ese amor, por sorprender a su amado; la verdad del autentico amor y la confianza real que rompe los muros del prejuicio, las fronteras y las distintas identidades; que va más allá de las iglesias, los templos y preceptos.
 


Es bonito pensar que también nosotros podemos sorprender al Señor; que en cualquier momento, mañana mismo, podemos hacer que Dios se asombre con nosotros… con un gesto que tengamos; con una herida que nos curemos; con un perdón que sepamos regalar; con una esperanza que resucita; con una opción que tomemos desde la fe y el amor…

El adviento es una buena oportunidad para que nosotros también aprendamos a ser “románticos” con Dios.

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