domingo, 9 de diciembre de 2012

8 de diciembre. INMACULADA Y LIBRE

Estoy pasando un par de días en un bello pueblo de la provincia de Jaén; un lugar en el que, además, siendo un jovencillo, pude disfrutar de muchas y muy bellas experiencias. Aquí he vivido muchas pascuas y, en esas situaciones y otras parecidas, Dios me fue enamorando y conquistando poco a poco, hasta que finalmente me abandoné a su plan; me fié lo bastante como para abandonar lo que yo quería de esta vida y empezar a querer lo que quería Él para mí.
En esta fiesta de María Inmaculada, el Evangelio nos presentaba el episodio de la anunciación: el momento en que María, esa joven valiente y ya totalmente rendida de amor, dice que sí a su Dios y, de esta manera, permite que tenga lugar la encarnación del Señor y que la libertad, la salvación y el triunfo llegara a todos nosotros… y esta noche, desde la magia algo nostálgica de todo lo pasado entre los muros de este convento, me gusta fantasear acerca de cuáles serían las vivencias de la joven María, de qué manera se fue dejando robar el corazón hasta que llegó el día en que dijo “hágase en mí según tú palabra”.
¿Sería en su ambiente familiar? ¿Con sus amigas?... no lo sé, pero pienso que tuvo que ser lo descubierto, lo saboreado y disfrutado… lo conocido lo que posibilitó que ella se abandonara a lo desconocido. Es así como la vida se vuelve a recrear; cuando no nos damos por satisfechos y dejamos que Dios siga haciendo de nosotros algo totalmente nuevo; que cada minuto una aventura… una aventura de amor.
Un abandono que no es una temeridad ni una irresponsabilidad, porque sabemos quién nos sostiene… María fue concebida sin pecado, pero eso no significa que estuviese predestinada o que no fuese una mujer libre, todo lo contrario. Optar –y hacerlo por Él- es libertad; romper lo que nos ata y no nos deja crecer…



Hoy, tras el paso de los años, vuelvo a paladear desde aquí aquel tiempo del primer amor. Ahora muchas cosas han cambiado, dentro y fuera de mí, pero no la confianza de aquellos días; el “sí” constante que quiero darle a Dios cada mañana.
Dios, a cada uno de nosotros, nos sigue preguntando; solicitando como a María ¿qué me pide hoy? Ante eso yo ¿me atrevo a ser libre? ¿quiero serlo?.

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