miércoles, 19 de octubre de 2011

18 de Octubre. ALTER-ACCIONES

Al volver a casa, las cosas ya no son como las dejé ayer, así es la vida… hay cambios que llegan repentinamente a tu vida, ¡por sorpresa!, otros te los puedes esperar, pero eso no evite que, cuando llegan te cueste aceptarlos, adaptarte a la novedad, aunque sea positiva.
Algunas transformaciones vienen dadas por las circunstancias, de otras somos artífices nosotros, con nuestras propias decisiones; con estas pasa lo mismo que con el cambio: podemos verlas necesarias, con un fin positivo, una posibilidad de crecer…. Pero eso no evita que nos duela decidir, que se nos haga muy difícil hacerlo y que otros padezcan también por nuestra opción.

Pero es preciso decidir, arriesgar, cambiar y aceptar las formas en que la existencia altera nuestra seguridad, en que el devenir de las cosas siempre nos despierta de los letargos de la rutina y la inconsciencia. Esos acontecimientos son, en realidad, los elementos que van conformando nuestro caminar (aunque cada uno de ellos deba ser probado  también en lo pequeño y cotidiano).

En mi retorno a Sevilla me he encontrado con uno de esos cambios, bueno y necesario, pero que también me duele.  Ellos, en sí mismos, no tienen por qué significar nada, pero la cosa es distinta si intentamos verlos a la luz de Dios; entonces sí es posible encontrar un sentido, encajar esos cambios en la totalidad de una trayectoria y poder interpretarla.




Ese ejercicio, exige una participación activa por parte del ser humano, requiere de nuestra reflexión. Dios, como siempre lo ha hecho, sale a nuestro encuentro; y nosotros, sus hijos e hijas, cada día de nuestras vidas, seguimos tropezándonos con Él y su misterio… pero eso no nos sirve de nada, no nos enteramos, si después no somos capaces de racionalizar lo vivido, de identificarlo  e interpretarlo..

Esta noche pongo ese “cambio” en manos del Señor, oro  por que sea para bien y una oportunidad para el crecimiento de todos;  que mis hermanos y yo seamos capaces de interpretar la novedad desde la presencia siempre atenta y amorosa de nuestro Dios.

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