domingo, 31 de julio de 2011

30 de julio. ESTAMOS SEMBRADOS


El sembrador que esparce esas semillas doradas, la palabra: a todos y para cada uno de sus hijos e hijas. Una palabra que se entrega con amor, confianza y cargada de esperanza e ilusiones.
Algunas caen entre las zarzas, las cadenas que nos exclavizan. La semilla se ahoga, se axfixia, porque no puede crecer entre egoismos, las falsas seguridades y el materialismo. La fe necesita ser prioritaria en nuestra vida, no puede subsistir sólo con las migajas de nuestro tiempo y capacidades.
Los pájaros que se comen las que caen en el camino tienen un plumaje compuesto por ojos cerrados. La falta de atención, quien no está alerta, una mirada que no se abre al mundo ni a los hermanos y que se centra en las propias perspectivas; que nos hace creer que el yo es el centro del Universo. Los ojos cerrados del que no tiene interés por la trascendencia ni por el ser humano, de quien no se preocupa por abrirse al Evangelio en el día a día de su vida.
Por encima están las que caen en el terreno pedregoso y son abrasadas por el Sol. Es la semilla que recibe aquél que después no se ocupa de orarla, alimentarla, de darselo todo y que, por tanto, se quema ante las dificultades y problemas. Es la fe infantilizante, que tarde o temprano acaba por no poder ofrecer la respuesta que el alma necesita.
Por último, y ante todo, las que caen en tierra buena y dan mucho y buen fruto...
Si pensamos en el versiculo que dice que “por sus frutos los conoceréis”, tenemos un bonito motivo para la reflexión... ¿que tipo de tierra hay en mí? ¿cuales son esos buenos frutos que la semilla del Sembrador hace brotar en lo que vivo y soy?
(una pista: No vale contestarnos con un “ninguno”... seguro que no es así)

1 comentario:

  1. ¡Por supuesto que no, faltaría más! ¿Cómo vamos a pensar que "ninguno" teniendo como tenemos a Dios por Sembrador? ¡Pero si hasta los "cardos borriqueros echan unas flores preciosas... ¿y no vamos nosotros a superarlos?

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